Santiago de Chile.- Richard Joseph es uno de los más de 1.500 haitianos anónimos que aterrizan en Chile cada semana en busca de una mejor vida, pero de la noche a la mañana un hecho fortuito lo tornó en un aplaudido héroe contemporáneo, reconocido incluso por la presidenta Michelle Bachelet en el Palacio La Moneda.
Joseph, quien calcula haber relatado esta historia más de treinta veces a los diversos medios de prensa que tocan a su puerta, hace memoria nuevamente y cuida de que no se le escape ningún detalle sobre cómo salvó la vida de una mujer que cayó de un noveno piso, hace exactamente una semana.
“Nunca pensé que al salir de mi casa, en un par de horas sería tan famoso”, comienza, sentado en un sillón de su casa en el municipio santiaguino de Lo Prado, mientras intenta mantener su pierna estirada, dolorido por la lesión que le provocó el incidente.
“Me bajé de un autobús y había un grupo de personas con cara de preocupación en la calle, y me paré a ver qué pasaba. Miré hacia arriba y vi una mujer colgada de un balcón, con ganas de matarse”, relata.
Confiesa, con su teléfono móvil en la mano, que cuando vio la escena tomó de inmediato el aparato para “grabar y no perder el momento”, sin embargo sintió “que iba a presenciar algo terrible”, y que “no había nada más que hacer que salvarla».
“Me sentí electrificado”, dice. “Era lógica- si tengo sed tomo agua, si ella se iba a suicidar, tenía que salvarla. Así de simple”, subraya firme, a sabiendas de que su mensaje ha traspasado las fronteras chilenas, y captado a la prensa rusa, de Canadá, Estados Unidos, Francia y otros países.
Ese sábado, caluroso de primavera, cerca de las 16-00 hora local (19.00 GMT), Joseph amortiguó con sus brazos la caída de una mujer de identidad desconocida que se lanzó del piso nueve de un edificio en el municipio de Independencia, y quedó grave de salud, pero fuera de riesgo vital.
Desde ese momento, y hasta hoy, Joseph aún recibe de camisa y pantalón de vestir a los periodistas, mientras se recupera de una esguince antes de retomar sus labores como promotor turístico en el aeropuerto de Santiago.
Los vecinos de Joseph le gritan “héroe” cada vez que se asoma a la calle, y los transeúntes lo felicitan con palmas en la espalda y un “buena negro”, no obstante este inmigrante de 40 años que llegó hace tres años a Chile desde República Dominicana, se muestra todavía incrédulo y nublado ante tanta congratulación.
“No pensé que un hecho así iba a dar la vuelta al mundo, estoy muy sorprendido. Creo que hubiese pasado lo mismo si un chileno salva a la señora, y no un haitiano, pero quien sabe, parece que hacemos más ruido”, declara, un poco confuso, consciente de que el masivo éxodo de haitianos ha causado revuelo en Chile y el planeta.
Respecto del aumento del flujo migratorio, consecuencia de las condiciones económicas y sociopolíticas de su país, que lo mantienen distanciado de sus dos hermanas en Miami y de su hija en Punta Cana, Joseph hace un breve repaso de lo que ha sido la bienvenida, a su juicio, de los haitianos a Chile y otros países de la región.
“Los chilenos hacen diferencia con los haitianos, no sé si es por piedad o porque somos muy distintos. No tenemos el lazo que une a los latinoamericanos, que es la cultura española”, sostiene.
La venida haitiana a Chile, que alcanzaría ya los 60.000 ciudadanos residentes, ha derivado en un choque entre pueblos que ha aflorado sentimientos de racismo y discriminación, pero también la apertura social y cultural del país suramericano, a favor de sus vecinos próximos y también de los más alejados.
“Cada día para los haitianos es más difícil llegar acá, encontrar un lugar para vivir, y peor para alguien que no tiene trabajo”, dice, y asegura que Chile es uno de los países que regulariza más rápido a los inmigrantes, ya que se les exige un contrato de trabajo para obtener una visa, y no al revés.
Afirma, sin embargo, que la “escasez laboral” ha hecho que muchos de sus compatriotas se sientan parte de la “suciedad” chilena, abocados al comercio ambulante ilegal para sobrevivir, y enfrentados a las agresiones, la xenofobia y la presión de la policía, pero aún así “no están dispuestos a regresar».
Joseph ya tiene tiempo en Chile, y contribuye con su experiencia a la inclusión sociocultural entre haitianos y locales a través de su organización Buena Onda, integrada por 25 de sus coterráneos y próxima a expandirse.