Es inevitable hablar hoy de Haití, pensar en el sufrimiento del pueblo haitiano, tender la vista hacia el futuro de Haití.
Es la nación más cercana a nosotros, tanto geográfica como históricamente, y hoy necesita ayuda de todos. Nadie más como nosotros para mitigar su dolor y acudir en su auxilio.
No somos ricos como para resolverles todas sus carencias a los haitianos, eso lo sabemos, pero también sabemos que, en términos generales, estamos en mejores condiciones que ellos.
Las veces que nuestro país ha sido golpeado por algún fenómeno natural, la solidaridad del pueblo dominicano se ha puesto de manifiesto a través de colectas públicas, telemaratones y otras formas de ejercer la generosidad al más alto nivel.
Movilicémonos ahora también y hagamos una demostración humanitaria y de buena vecindad que, de paso, sirva para probarle al mundo que aquí la existencia de prejuicios contra el haitiano es un mito y que nosotros y ellos podemos vivir en paz como buenos vecinos.