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Haití: una crisis sin fondo

Manuel Jiménez V.
📷 Manuel Jiménez V.

La reciente decisión del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas de extender hasta el 31 de enero de 2026 la misión multinacional en Haití podría interpretarse, a simple vista, como una señal de compromiso de la comunidad internacional con la estabilidad de ese país caribeño.

Sin embargo, a juzgar por los hechos y el curso de los acontecimientos, se trata más bien de una respuesta tardía, limitada y cargada de ambigüedades que poco ha hecho por frenar la crisis haitiana.

El balance de la situación es alarmante: más de 4 mil muertos, centenares de miles de desplazados internos, una capital prácticamente secuestrada por pandillas y un éxodo migratorio con repercusiones directas en toda la región, especialmente en República Dominicana.

Puerto Príncipe, el corazón político, económico y social del país, se encuentra bajo el control de grupos armados que dominan cerca del 90 % de su territorio urbano, expandiendo su poder hacia zonas del interior, incluidas regiones fronterizas. Haití es hoy un país sin ley, sin autoridad efectiva y sin un rumbo claro.

En este escenario, la misión multinacional —que ha sido vendida como un apoyo esencial para fortalecer a la debilitada Policía haitiana— luce, en términos prácticos, como una presencia simbólica. Pese a su aprobación inicial, no ha logrado generar cambios significativos sobre el terreno. La violencia no sólo persiste, sino que se ha afianzado con mayor crudeza.

Y es que las buenas intenciones no bastan. La lentitud en la implementación de las resoluciones del Consejo de Seguridad y la falta de respaldo concreto de los países miembros de la Organización de Estados Americanos (OEA), que recientemente en su Asamblea General en Antigua y Barbuda exhortó a sus miembros a apoyar la fuerza internacional y a contribuir al fondo fiduciario habilitado para su financiamiento, dejan en evidencia una preocupante descoordinación y un interés intermitente por parte de la comunidad internacional.

¿Dónde están los aportes económicos que se pidieron? ¿Qué países han ofrecido tropas o asistencia logística? La verdad es que muy pocos han respondido afirmativamente, y los que lo han hecho, lo han hecho con timidez. El fideicomiso abierto para costear esta misión se encuentra lejos de las cifras necesarias para sostener una fuerza robusta y eficaz, mientras el tiempo corre y la violencia se multiplica.

Por otro lado, el proceso político impulsado por el Caricom y que dio lugar al actual Consejo Presidencial Provisional, con la promesa de organizar elecciones en febrero de 2025, se enfrenta a su propia realidad: una hoja de ruta que se ve cada día más distante, rodeada de incertidumbre, disputas internas y sin avances concretos hacia la organización de unos comicios libres, transparentes y seguros.

Pretender que un país bajo dominio de bandas criminales, con estructuras institucionales colapsadas y sin seguridad, pueda preparar elecciones en menos de un año, es no sólo ingenuo, sino irresponsable.
Más que un calendario electoral, Haití necesita recuperar su soberanía territorial y reconstruir su aparato estatal desde sus cimientos.

En este contexto, la prórroga de la misión multinacional no parece más que una extensión de la impotencia global. Sin un plan ofensivo claro, sin un respaldo logístico amplio y sin una visión estratégica compartida, la misión corre el riesgo de seguir siendo otro intento fallido de estabilización.

Ante esta situación, República Dominicana no puede quedarse de brazos cruzados. Si bien ha sido históricamente solidaria con la crisis humanitaria haitiana, la prioridad hoy debe ser proteger su soberanía, fortalecer sus controles fronterizos y prepararse para afrontar un escenario que puede deteriorarse aún más.

Haití está inmerso en una crisis estructural, profunda y de largo plazo, que exige más que declaraciones diplomáticas: requiere acción decidida, cooperación efectiva y voluntad política real. De lo contrario, seguiremos asistiendo, año tras año, a la renovación de misiones que prometen mucho, pero cambian poco.

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