La decisión del lunes pasado del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones acerca de Haití es de una gran importancia para los dominicanos, no porque vaya a ponerle fin a la crisis haitiana, sino porque finalmente se involucra la comunidad internacional, que reconoce con esta medida la incapacidad de todas las instancias del gobierno haitiano para enfrentar los desafíos de las bandas armadas, y de paso la imposibilidad de que República Dominicana permanezca expuesta durante tanto tiempo.
Y como he escrito en el párrafo precedente que no me parece probable que haya una solución de la crisis, cumplo con el deber de decir por qué.
Fundamentalmente, porque en el último decenio del siglo pasado y el primero de este siglo Haití tuvo en su territorio la presencia de fuerzas militares extranjeras y la asistencia administrativa sin que de ello derivara más allá de la realización de elecciones de las que salieron por lo menos dos gobiernos, el de Preval y el Martelly, que cumplieron sus períodos.
Pero se fueron las fuerzas extranjeras que mal que bien colaboraban en el mantenimiento un cierto orden. Desde luego, si las fuerzas de la sociedad haitiana no pudieron establecer en este período una tendencia constructiva, no hay que buscar la causa en la partida de la Minustah, sino en la incapacidad de la sociedad de aquel país para generar por sí misma un orden y es a este punto al que tiene que atender la comunidad internacional, porque no es militares kenianos lo que necesita Haití.
Lo que le hace falta es un gobierno con características particulares, con estabilidad, autoridad y ascendencia sobre sus habitantes, no alguien al que quieran, sino alguien que sepa lo que necesita Haití y se lo imponga durante tanto tiempo como sea necesario. ¿Contiene esta afirmación la idea de una dictadura sobre Haití? Bueno, quizá antes de hacer una afirmación de este tipo sea conveniente examinar los precedentes cercanos, porque la realidad es que los han tenido.
Desde el año 1957 pesó sobre aquel país el gobierno del doctor Francois Duvalier, una dictadura muy fuerte que duró hasta su muerte, ocurrida en 1971.
De aquella fecha en adelante la administración del Estado haitiano estuvo por cuenta del hijo, Jean Claude Duvalier, un tíguere, con una suerte de regencia debido a su juventud, pero depuesto en 1986, cuando empezó la ordalía que ha llevado a los haitianos al estado de desorden en el que viven, o malviven, en perjuicio suyo, de los dominicanos y del vecindario continental.
La dictadura de Papa Doc, como se le conocía al padre, fue una experiencia sangrienta, pero de un cierto control. La del hijo, Baby Doc, como solía llamársele, fue una caricatura de la del padre y, sin duda, el ejercicio de un hombre sin luces sobre un pueblo sumido en la oscuridad.
Si ha de tener Haití una administración con la efectividad que necesitan los haitianos debe de ser extendida en el tiempo, con un cierto control de la comunidad internacional que se ha involucrado y se ha desacreditado desde 1993 hasta 2017 en un improbable esfuerzo por dar un cierto nivel de seguridad a una nación incapacitada para vivir en democracia.