Haití no tiene posibilidad de, en las actuales circunstancias, salir por sí solo de la profunda crisis en la que se encuentra.
Ese país tiene un grave problema de pobreza, pero también sus autoridades han perdido el control de su territorio, siendo desplazadas por bandas criminales bien armadas y que ya son hasta las que autorizan cualquier actividad comercial o empresarial.
Haití necesita ayuda económica para salir del hoyo en que se encuentra con una pobreza extrema espantosa. Sólo hay que ver que teniendo casi la misma cantidad de habitantes, el Producto Interno Bruto de República Dominicana es cinco veces mayor.
Pero también necesita ayuda para quitarle el control del territorio a las bandas criminales, pues el gobierno haitiano no tiene capacidad para hacerlo por sí solo. Requiere que esas bandas armadas sean replegadas, desarmadas y destruidas, para lo que se requiere una capacidad políaco-militar de la que carece Haití.
Ciertamente, la pasada intervención militar de la Organización de las Naciones Unidas en ese país fue un fracaso absoluto y la causante de la existencia de las bandas que hoy hacen peligrar la existencia misma del Estado haitiano.
Esa intervención más que fortalecer la institucionalidad, la debilitó y destruyó el ejército haitiano, quitándole a ese país cualquier posibilidad de hacerle frente a situaciones como las que hoy se vive.
Las razones por las que se eliminó el Ejército puede equipararse con la fórmula de arrancar la cabeza para curar un dolor de cabeza.
El fracaso de esa intervención fue haberla hecha sin comprender la situación haitiana y por no incorporar a los haitianos a la solución.
Sin embargo, luce poco probable que Haití pueda salir de la profunda crisis haitiana sin asistencia económica y militar de manera simultánea, pero no con visión colonialista, sino con un criterio humanitario e institucional.