Haití, el fantasma de la tragedia sin esperanza

Haití, el fantasma de la tragedia sin esperanza

Haití, el fantasma de la tragedia sin esperanza

Daris Javier Cuevas, columnista en el periódico El Día.

Cuando en 1792 Toussaint Louverture fue ascendido a general de las fuerzas militares de Haití, en consecuencia, de todas las tropas francesas existente en la colonia que tenía esa nación europea, fue algo asombroso ya que por primera vez alguien de descendencia de esclavo había alcanzado tal distinción. En virtud de que bajo las órdenes de Louverture estaban doce regimientos militares, este acumulaba poderes inmensos ya que su autoridad descansaba en la infantería y la caballería.

La autoridad que tenía Toussaint Louverture fue de tal magnitud que tuvo la audacia de enfrentar a los ingleses de la zona y logró destruir todas las bandas de las denominadas cimarrones que operaban cerca de las posiciones inglesas y, posteriormente, tomar el control total de Port-au-Prince. Así, Toussaint Louverture lograba convertirse en jefe de un Estado, liberar a Haití de la presencia de soldados extranjeros y de la esclavitud, sin embargo, este impuso un régimen muy duro para los antiguos esclavos que tenían la esperanza de una mejor vida.

A partir del régimen de Toussaint Louverture se inicia la estampida masificada de haitianos hacia otros puntos geográficos del caribe, en particular a Cuba, Puerto Rico, Venezuela y varias islas del Caribe. Ahí se inicia la larga historia del fantasma de la tragedia haitiana hasta la actualidad, se engendra la cultura de la violencia y la traición, se multiplica la pobreza y se construye una elite militar y política que se apropiaba del patrimonio publico concentrado en un grupo reducido sobre los escombros de la miseria de la mayoría de la población que nunca ha tenido nada.

Los regímenes militares fuertes pasaron de generación en generación con marcadas características dictatoriales que históricamente fomentaron las grandes migraciones haitiana y explica en una alta proporción la existencia de una pobreza extrema y un desorden institucional sin precedentes, fruto de una economía que se acostumbró a depender de la cooperación internacional, reflejada en que el presupuesto de esa nación se nutre, en más de un 87,5% de la contribución de organismos internacionales y de las remesas de sus exiliados económicos.

Pero resulta que en Haití predomina un modelo económico y social inadecuado para la época actual, fruto de ser dirigido por incapaces que no han logrado mirar más allá de su afán por alcanzar privilegios y acumular fortuna de origen dudosos, cuyos resultados han sido la reproducción de la miseria generalizada.

Esa multiplicidad de malestar, combinado con la ausencia de institucionalidad han hecho que las élites gobernantes y económicas no contribuyan con el desarrollo humano de esa nación, y que han sembrado la semilla de su autodestrucción, lo cual se expresa en que tan solo un 45% de la población puede leer y escribir, y más de la mitad carece de agua potable y energía eléctrica. En adicion, Haití está sumergido en una crisis de gobernabilidad, caos y violencia sin precedentes que incluye el predominio de bandas, secuestros, homicidios, violencia sexual y otros crímenes reprochables, con una población que vive bajo el umbral de la pobreza en un 66,5% de la población, 6,8 millones, y una pobreza extrema e indigentes de un 24,5%, equivalente a 3,2 de una
población que gira alrededor de 11,5 millones de habitantes.

El panorama de Haití es desalentador si se observa que la esperanza de vida al nacer es de 62,5% y la economía no produce los alimentos requeridos para su población, razón por la cual el 90% de estos son importados desde la República Dominicana. La inseguridad ciudadana es alarmante y de alto riesgos ya que las bandas criminales no tienen límites para imponerse hasta ejecutando asesinatos y secuestros en las iglesias, las cuales controlan el 60% de su capital, Puerto Príncipe, y se ha generado una lucha  sin tregua entre bandas por el control territorial por parte de esos grupos temerarios e incrementar su poder.

El fantasma de la tragedia haitiana se explica en que sus gobiernos históricamente han mostrado incapacidad para lograr el bienestar de la población y, para controlar la ira de esta, han recurrido a repartir sus culpas mediante el descrédito internacional de la República Dominicana, e incrustar en la mentalidad de sus nacionales que su desgracia histórica se debe al supuesto “apartheid” que ha sido promovido por este país.

En tal  sentido, es que representantes de organismos internacionales han llegado a creer tales criterios, reproducida por los grupos gobernantes y la élite económica de Haití, obviando de manera irresponsable, que estos son los verdaderos verdugos y sepultureros del progreso del pueblo haitiano y de su economía.



Daris Javier Cuevas

Economista-Abogado Máster y Doctorado en economía Catedrático de la UASD

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