Todos los indicios indican que, desde la presente década, Haití dio un salto involutivo muy peligroso. Ese camino, ¿a dónde conduce? ¿Constituye, en realidad, el recurso de la deportación masiva la solución definitiva de todos los males arrastrados por Haití desde hace varias décadas en materia migratoria? El gobierno haitiano y los partidos políticos de esa nación están empezando a ver desgastado su poder; y de esa misma manera el caos y la descomposición social empoderan a sectores oscuros.
Desafortunadamente esa realidad de destrucción institucional no se queda en Haití. Empieza, peligrosamente, a traspasar la frontera. No es un secreto. Y como no es un secreto las soluciones que deberán tomarse desde República Dominicana, en materia de política exterior, tampoco deben ser un secreto.
Hay tres condiciones inamovibles que nos vinculan con Haití: la frontera, la indefinición migratoria –que solo exhibe como solución la expulsión– y el comercio en todas sus modalidades, que va desde el formal, el informal hasta llegar a una naturaleza opaca y con la pérdida de todos los controles fronterizos y aduanales.
Ahora bien, ¿qué necesita Haití?, país con el que compartimos la isla y sensibles límites fronterizos. ¿Solo necesita ayuda humanitaria, a todos los niveles? En muchos momentos, a través de varias de sus desgracias naturales, las ha recibido. Y no se ven los cambios.
A todas luces la situación geográfica de Haití no variará nunca. Seguiremos amarrados a esa condición de compartir un territorio insular, dividido en dos países.
Las nuevas y violentas dentelladas a la condición haitiana deben llevar a las autoridades dominicanas a emplearse a fondo para alcanzar los mejores acuerdos en materia comercial y migratoria con nuestro vecino. No hay que esperar que se haga más oscura la noche.