Haití: Más de un año después del movimiento telúrico del 14 de agosto de 2021, la familia continúa viviendo en la misma carpa improvisada.
Haití: La casa de bloques de hormigón con techo de lámina que Erline Castel y Dieunord Ernest rentaban fue una de las más de 130.000 viviendas que sufrieron daños o quedaron destruidas por un terremoto que azotó el sur de Haití el año pasado, dejando más de 2.200 muertos.
En los días posteriores al sismo de magnitud 7,2, reunieron sábanas, lonas y madera y se construyeron un albergue para ellos y sus tres hijos. Más de un año después del movimiento telúrico del 14 de agosto de 2021, la familia continúa viviendo en la misma carpa improvisada al igual que cientos de personas más, y sigue preguntándose si alguien los ayudará.
Si la historia reciente sirve de indicio, pocos lo harán. The Associated Press visitó varios campamentos instalados en torno a la ciudad costera de Les Cayes, en el sur del país, que fue una de las zonas más afectadas, y las personas se quejaron una y otra vez que ningún funcionario del gobierno las ha visitado a pesar de las constantes promesas de que vendrían a ayudar.
Ernest murió de cáncer prostático el año pasado mientras la familia seguía esperando a que llegara la ayuda. Así que Castel se encuentra sola, luchando por la supervivencia de su familia, al igual que muchas otras personas que intentan empezar de cero desde el terremoto.
La mañana del jueves intentó amamantar a su hija de 9 meses. Pero luego de un año de vivir de alimentarse de sobras, Castel no tenía leche. La pequeña, Wood Branan Ernest, se quedó dormida durante el intento fallido de su madre. “No tengo nada que darles”, dijo Castel.
Y lo que es peor, otras personas están aprovechándose de las víctimas del terremoto. En uno de los campamentos, amigos del dueño de la propiedad están tratando de recuperar la tierra en que se instalaron los refugiados.
Algunos maleantes han destrozado las chozas, arrojado piedras a las familias e intentado incendiar el campamento en dos ocasiones en los últimos meses.
El campamento, al igual que varios más, también se inunda rápidamente durante la temporada de lluvias, obligando a cientos de personas a resguardarse en terrenos más elevados mientras ven sus pertenencias empaparse.
“No sé cuánto más pueda aguantar así”, dijo Renel Cene, una mujer de 65 años que perdió a cuatro de sus hijos en el terremoto y que alguna vez trabajó en los plantíos cercanos de vetiver, una planta cuyas raíces producen un aceite usado en perfumes finos.
Las familias caminan para sacar agua de los pozos, en ocasiones esperando a que se asiente el sedimento antes de poder beberla. Muchas de estas personas no tienen empleo. Dependen de los vecinos para su única comida del día.
Aquellos que viven en los campamentos dicen que han escuchado en la radio que funcionarios del gobierno local se han reunido con líderes internacionales para hablar sobre las penurias posteriores al sismo, pero se preguntan si alguna vez recibirán ayuda.
“Hasta ahora han sido puras promesas”, dijo Nicolas Wilbert Ernest, un granjero de 55 años. “No sé cuánto tiempo tengo que esperar”.
En el aniversario del sismo, un grupo de funcionarios gubernamentales llevaron a cabo una conferencia de prensa en la que enumeraron los avances del gobierno del primer ministro Ariel Henry, quien tomó las riendas de la nación poco después de que el presidente Jovenel Moïse fuera asesinado el 7 de julio de 2021.
El gobierno asegura que ha plantado 400 toneladas de frijol, ha despejado 10.000 metros de canales, distribuido 22.000 costales de fertilizante y ha donado más de 300.000 canastas de productos básicos.
Ha entregado 100 dólares a todas las personas vulnerables en decenas de miles de residencias en todo el sur del país. El Estado también inauguró un puente sobre el río Grande-Anse hace unas semanas.
Pero la UNICEF advirtió al semana pasada que aún hay más de 25.000 niños que no tienen acceso a aulas adecuadas y que no se han reconstruido la mayoría de las 1.250 escuelas que quedaron dañadas o destruidas por el terremoto.
Subrayó que la falta de fondos y un repunte en la violencia han retrasado las labores de reconstrucción. Las cada vez más poderosas pandillas han tomado el control de la carretera principal desde la capital Puerto Príncipe hacia el sur del país, afectando las labores de distribución de alimentos, agua y demás productos básicos para los necesitados.