Hágase tu voluntad, Señor

Hágase tu voluntad, Señor

Hágase tu voluntad, Señor

Altagracia Suriel

A propósito de la Semana Santa, meditar en Jesús nos lleva a pensar en su abandono total a la voluntad del Padre y a seguir su ejemplo.

Muchas veces nos revelamos ante los planes del creador, nos desviamos de su camino y perdemos el rumbo. Hacer la voluntad divina implica vivir en continua oración, meditar en su palabra y tener confianza y esperanza en Dios.

Vivir en oración
Poner en manos de Dios nuestras vidas en la oración abandonándonos a él nos dará luz sobre sus designios. Nos lo recuerda Juan 1.5: “Con él tenemos la certeza de que, si le pedimos algo conforme a su voluntad, nos escuchará”. Esta palabra de Dios en Juan condiciona nuestras peticiones a la voluntad de Dios.

No todo lo que pedimos a Dios nos conviene. Por eso aunque pidamos con insistencia a veces no vemos respuesta. Dios es dueño del presente y el futuro por eso lo mejor es abandonarnos a él aceptando su voluntad y pidiéndole paz en medio de toda circunstancia.

Meditar en su Palabra
La palabra de Dios expresada en las Sagradas Escrituras es el plan de salvación para la humanidad. Su palabra es eterna y está viva ayer, hoy y siempre. Su palabra es luz en el camino de la vida y puerto seguro.

Confiar en Dios
Una vez que hemos orado y meditado en la Palabra de Dios pidiendo manifestación de su voluntad, lo que resta es confiar en que somos escuchados y que la respuesta de él será lo que más nos conviene.

La confianza en Dios es la certeza absoluta de que somos criaturas de Dios y él es nuestro dueño. Y como dice Pablo en Efesio 1.11: “También en él hemos obtenido herencia, habiendo sido predestinados según el propósito de aquél que obra todas las cosas conforme al consejo de su voluntad”

Mantener la esperanza:
Dios siempre quiere lo mejor para nosotros. Esa es nuestra esperanza. Nos lo recuerda Jeremías 29.11: “Porque yo sé los planes que tengo para ustedes”, declara el Señor, “planes de bienestar y no de calamidad, para darles un futuro y una esperanza. Ustedes me invocarán y vendrán a rogarme, y yo los escucharé. Me buscarán y me encontrarán, cuando me busquen de todo corazón”.