Por:Felipe Carvajal de los Santos
A partir de los resultados de las recién pasadas elecciones municipales del 18 de febrero, donde se registró un 47.56% de abstención, se centra un debate en el aspecto cuantitativo, soslayando sus impactos cualitativos y otras lecturas.
En ese sentido, la figura del abstencionismo que para algunos emerge como un fantasma amenazante para la consolidación democrática y su impacto en la representación y legitimidad de salida de las autoridades electas y del mismo proceso electoral, como pretenden interpretar ciertos actores que inciden en la opinión pública o publicada, situación que convoca al análisis objetivo de una situación tan concreta como el impacto de dicha casuística en el citado proceso eleccionario.
Poniendo en contexto la abstención como categoría consustancial a los procesos electorales en democracia, dicho fenómeno en opinión del investigador José Crespo es indiferente o no a diseños de campañas a su favor, en el entendido según sostiene este autor, de que lo que se configura es una conducta individual de ciudadanos que se supone libres de emitir o no su voto, otra mirada pero en la misma línea es la Dieter Nohlen, el cual afirma categóricamente, que el avance de los sistemas democráticos no es proporcional al grado de participación el día de los comicios, que de entrada sería una preocupación de quienes tienen responsabilidades en la gestión de los elecciones, como en el caso de la JCE.
De entrada, el abordaje de la abstención electoral no puede explicarse como un fenómeno monocausal, sino que necesariamente tiene varias miradas.
Si partimos de que la decisión de no participar o activar políticamente que asume el ciudadano en un régimen democrático, constituye una de las singularidades más retadora para el análisis, dado que, el hecho de que se celebren elecciones no garantiza necesariamente la certificación funcional de un sistema democrático, independientemente de que las elecciones son consustanciales a la democracia.
De su lado, una de las virtudes distintivas de todo sistema que se precie de democrático, es el libre albedrío, sin embargo, dicha virtud se transmuta en muchos casos, ante la posibilidad real de que el ciudadano con derecho al voto se abstenga, derivando en un dato que tensa el análisis de la relación voto-representación y concita variadas opiniones sobre la salud de la democracia de un país.
Un aporte significativo en términos jurídico conceptual para la comprensión del abstencionismo electoral, es el que proporciona el investigador mexicano Alejandro Moreno, estableciendo de forma puntual la diferencia entre un elector y votante, indicando a su entender de manera simple, que el primero cumple con todos los requisitos de ciudadanía y edad que lo hace elegible a votar y que esta, además, asentado en el registro de electores o padrón, constituyéndose en un votante de jure.
El segundo, es decir el votante, se configura en un votante de facto, ya que cumple los requisitos ciudadanos para el ejercicio del voto, pero además asiste a emitir su sufragio el día de las elecciones, es decir, consuma su voto de forma válida.
En ese hilo se tendrá que tomar en cuenta, como se manifiesta en cada proceso de elección, esa relación entre ciudadanía y padrón electoral, que nos permite poder concebir la abstención en sus variadas manifestaciones, en el entendido de que, se da por descontado que al momento del escrutinio electoral lo que se registra de manera contable, es en esencia las decisiones individuales de cada elector, que luego se clasifican y asignan a los candidatos en disputa, como expresión concreta de la aceptación de la propuestas partidarias o la que hace un candidato, tomando en cuenta en este último caso, que aporte o no, hace el fenómeno de la personalización de la política.
Sobre esto último y en clave del politólogo Norberto Bobbio, opinión a la cual me adscribo, queda claro que el votante en el esquema de la democracia representativa, como la que conocemos en occidente, no es el que decide, ya que su accionar se circunscribe a ser un solo elector, en virtud de que ejerce ese rol de manera individual y en solitario en un pódium de un colegio electoral, dejando claro que su decisión deriva en la elección de las propuestas que configuran la formación del sistema de gobierno representativo, donde no está presente el pueblo como tal, sino que, cuya acción de votar deriva en la suma de electores contabilizados, es decir, que el sistema de democracia electoral no esta cimentado en una legitimidad colectiva, mas bien deriva de esa sumatoria de ciudadanos a quienes se les confiere el derecho a elegir.
Un aspecto de importancia al analizar este tema sobre el abstencionismo, es el de la geografía de la abstención electoral, que nos permite verificar entre otros, la variación de la abstención según la concentración urbana, clases sociales y nivel de instrucción, lo cual nos acerca hacia la clasificación provincial regional del abstencionismo, que, en el caso de la República Dominicana, exhibe para las elecciones municipales comportamientos muy específicos.
En esa línea de análisis geográfica de la abstención, en el caso dominicano, tenemos que, en los 28 más grandes municipios clasificados por la dotación de servicios, calidad de vida, nivel de instrucción y concentración poblacional, el comportamiento de la misma en las elecciones municipales de febrero de 2024 rondo el 47% según datos oficiales de la Junta Central Electoral, manteniéndose dentro del promedio electoral que desde las elecciones del 1966, se sitúa alrededor de un 46% de abstención en dichos procesos, lo que despeja las dudas sobre la responsabilidad de los gestores electorales en los niveles de abstención registrados en las elecciones.
En términos generales la teoría política que se ocupa de los estudios del abstencionismo, resalta como el fenómeno la desafección ciudadana con la política, presente hoy en día a nivel planetario, la cual resulta un caldo de cultivo para que en muchos países se haya ido incrementando el abstencionismo electoral, evidenciándose en la presencia numérica y combinada de los denominados ciudadanos abstencionistas convencidos y de los ciudadanos clasificados como abstencionistas ocasionales.
Los desafíos que representa para la democracia dominicana el incremento de los niveles de abstencionismo, constituyen una tarea urgente para el liderazgo político y el sistema de partidos, pero para cerrar esta entrega con una apuesta optimista, cabe señalar la alerta que nos proporciona desde la mirada sociológica Alain Touraine, cuando apunta como tarea inmediata el enfocarse en crear bases sociales sólidas, derivadas en un esfuerzo que permita alcanzar la correspondencia entre la revolución de las expectativas ciudadanas y la capacidad de los partidos de procesarlas en políticas publicas asertivas, escenario que avizora quizás desde el optimismo, una esperanza silente de una profunda renovación del quehacer político, que permita que emerja la nueva política.
Felipe Carvajal de los Santos. Master en Estudios Políticos Electorales.