Detrás de esa sonrisa que cada día ves en esa persona pueden esconderse muchas lágrimas. No puedes ser capaz de adivinar o saber las tormentas que están viviendo los demás, pero sí hay algo que puedes hacer: tratarlas bien. Parece algo obvio, pero en la práctica solemos olvidarlo inmersos en nuestras propias tormentas. Suelen decir que debes tratar a los demás como te gustaría que te traten a ti.
Estoy totalmente de acuerdo, no importa a quien tengas delante el buen trato debe primar ante todo. Y traigo esto a colación porque recientemente vi cómo maltrataban verbalmente a alguien que aguantó con una sonrisa pegada, pero cuando se dio la vuelta sus ojos me decían sufrimiento. Me acerqué, le hablé y me contó una situación personal que nadie sabía y que hacía que estuviera más sensible.
Quien le increpó pudo decírselo de otra manera y es a donde quiero llegar, aún cuando haya situaciones en las que haya que ser firme, no hace falta cruzar límites que hagan sentir mal a la otra persona.
Y creo que esto debe llegar desde la educación en casa, debemos enseñar a nuestros hijos que el respeto es hacia todos y siempre.
Habrá quien diga que deben aprender a defenderse, pero eso no tiene nada que ver con saber tratar bien a los demás en todos los contextos posibles.
Llegamos a una época maravillosa como es la Navidad, en la que todos nos ponemos un poco más sensibles, quizá es buen momento para hacer un autoanálisis y reconocer en qué momentos hemos tratado mal a otras personas, incluso ignorado y ser capaces de ponermos como propósito algo tan simple como eso: un buenos días, un cómo te sientes, un en qué te puedo ayudar… Al final se sentirán bien y harán sentir bien.