
CHIQUIMULA, Guatemala.-Las duras medidas antiinmigración adoptadas en el último año y la cooperación de los gobiernos regionales derivaron en una drástica reducción del número de migrantes centroamericanos que respondieron a la llamada de una nueva caravana, según funcionarios de Estados Unidos.
Aun así, los varios miles de migrantes en su mayoría hondureños que echaron a andar esta semana con la esperanza de llegar a Estados Unidos son un recordatorio de la continuidad en la región de las fuerzas detrás de su marcha: la violencia y el desempleo.
La policía de Guatemala, acompañada de agentes del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas de Estados Unidos (ICE por sus siglas en inglés), dispersó el jueves a la mayor parte del grupo de 300 migrantes, subiéndolos a autobuses y enviándolos de regreso a la frontera con Honduras, en Corinto, terminando con sus planes de viajar “en caravana” hasta la frontera estadounidense.
Cerca de otro paso fronterizo guatemalteco, la policía llegó a un acuerdo con los migrantes para llevar a quienes habían ingresado al país sin registrarse de vuelta a la frontera para hacerlo, y trasladarlos nuevamente a un albergue en Esquipulas.
No estuvo claro cuántos continuarán su viaje y cuántos darán media vuelta. Se espera que algunos de los interceptados el jueves se den por vencidos y regresen a Honduras, aunque grupos dispersos seguían avanzando por una región tropical del sureste de Guatemala.
