Guárdame un besito más

«Sé que no querías marcharte. Donde estés, un día iré a visitarte, solo guárdame un besito más», dice el estribillo de la canción que el dúo mexicano Jesse & Joy lanzó en 2015, dedicada a su madre.
Es una manera especialmente dulce con la que los hermanos se despiden de su madre. En mi caso, cada vez que la escucho, siento una mezcla de nostalgia, tristeza y hasta una paz difícil de describir.
Desde hace tres años, esta canción forma parte de mi duelo… y también de mi consuelo, escucharla produce una mezcla de emociones que no sé como describir.
La pérdida inesperada de un ser querido es una de las experiencias más devastadoras que uno puede vivir.
No hay palabra en el diccionario que logre definir completamente lo que se siente. Cada pérdida es única, así como lo es el proceso de duelo.
Aunque nacer, crecer y morir forma parte natural de la vida, como dice la canción, “la dalia más hermosa del jardín se seca”, y así vamos dejando este plano existencial.
A finales de julio de 2022, vi en redes sociales un accidente que, sin imaginarlo, tocaba una parte profunda de mi corazón: mi hermano estaba involucrado.
La relación entre hermanos es singular. Está hecha de rivalidades, complicidades, secretos compartidos y un amor incondicional que se cultiva sin darse cuenta.
Perder a un hermano de forma repentina deja un vacío que abruma. Créanme, puedo dar fe de ello.
El duelo por un hermano es particularmente complejo. No solo se pierde a un ser querido, sino también a un compañero de vida, con quien se compartieron incontables recuerdos.
En mi caso, ese dolor vino acompañado de una oleada de emociones: incredulidad, shock, tristeza profunda y, por momentos, rabia. Uno asume que la vida se va yendo por orden de llegada, pero hay ocasiones en que los últimos son los primeros en marcharse.
La sensación de injusticia fue especialmente dura, porque él era más joven que yo. Su muerte fue tan inesperada como trágica, como ya mencioné.
La vida después de una pérdida nunca vuelve a ser la misma. Pero con el tiempo, el dolor agudo puede volverse una melancolía más serena, como la que siento ahora.
Lo recuerdo con amor y gratitud, y eso me ayuda a encontrar algo de paz y seguir adelante.
Aunque pueda parecer contradictorio en medio de tanto dolor, confío en que los planes de Dios son perfectos.
Me reconforta pensar que, donde él esté, “un día iré a visitarte” y podré darle, por fin, un “besito más”.
**Publicado en julio del 2024.