La eurozona se enfrenta a su crisis más grave en 16 años de historia. Grecia está al borde del impago.
Es casi seguro que no será capaz de devolver el martes el préstamo que vence del Fondo Monetario Internacional (FMI).
Y este domingo el gobierno griego anunció que los bancos no abrirán hasta el próximo siete de julio -dos días después del referendo convocado por el primer ministro Alexis Tsipras- y que se impondrá un control de capitales al retiro de fondos de los bancos.
Los griegos solo podrán retirar hasta 60 euros por día de los cajeros automáticos.
Este tipo de acciones han aumentado el riesgo de que Grecia deje la eurozona.
Tanto Europa como Grecia han entrado en un periodo de turbulencias en el que ninguna de las partes tiene el menor control sobre los acontecimientos.
Las últimas semanas y meses son una historia de terquedad y grandilocuencias. Y, sobre todo, un fracaso a la hora de reconciliar sus narrativas del asunto.
Después de las elecciones de enero, las cuales llevaron al partido de izquierda Syriza al poder, los líderes europeos estaban determinados a que el nuevo gobierno griego cumpliese los compromisos acordados por el ejecutivo anterior.
Europa quería enviar un mensaje de que la eurozona no podía ser sacudida por las elecciones y el voto popular. También les preocupaba que los partidos populistas de otros lugares de Europa pudiesen exigir una flexibilización de la austeridad y de las reglas de la eurozona.
Tsipras, el nuevo primer ministro de Grecia, creía que la austeridad había fracasado en Grecia. La economía se había reducido un 25% en los últimos cinco años y, según su punto de vista, había provocado un desastre humanitario.
Él había prometido poner fin a la austeridad, una promesa que no estaba en posición de mantener porque otros gobiernos democráticamente elegidos también se debían a sus votantes.
No estaban dispuestos a financiar Grecia más sin reformas sustanciales.
¿Política de partido o de país?
Las discusiones se prolongaron por cinco meses. Los griegos tenían sus líneas rojas. No adoptarían nuevas medidas que profundizasen en la austeridad, y necesitaban negociar un compromiso para aliviar el montante de la deuda.
Hicieron algunas concesiones en materias de impuestos y reforma de pensiones, pero no fueron suficientes para los acreedores de la UE y el FMI.
La confianza casi se había desvanecido: dudaban de que las reformas se llegasen a aplicar.
Finalmente el viernes, la UE y el FMI realizaron su oferta final: una extensión de cinco meses del programa de rescate por un importe de 12.000 millones de euros, pero con la condición que se aceptasen nuevas reformas.
Alexis Tsipras no estaba seguro de poder conseguir el acuerdo del Parlamento y, sobre todo, de mantener unida a su frágil coalición. Sus oponentes dicen que al optar por un referendo, había puesto su partido por encima del país.
El anuncio de referendo sorprendió a los líderes europeos. Algunos ministros de Finanzas se enteraron del mismo en Twitter. No fue sorprendente que decidieran que la consulta ponía fin a las negociaciones.
Algunos ministros opinan que estaban cerca del acuerdo.
Debilidad griega
Grecia se enfrenta a una fecha límite. Necesita encontrar 1.600 millones de euros para pagar al FMI el martes. El sábado abogó por la extensión del rescate al menos hasta después del referendo.
Hablé con un ministro griego el sábado por la mañana y él confiaba en que la extensión estaría garantizada, pero los ministros de la eurozona no estaban dispuestos a jugar más y se lo negaron.
Lo que significa que es casi seguro que Grecia haga un ‘default’ el martes.
La banca griega está debilitada. Ha habido una retirada constante de fondos de millones de euros en las últimas semanas y este domingo Tsipras anunció que el lunes los bancos no abrirán y que se impondrán controles de capital, aunque no especificó cuáles.
Pero más allá de la incertidumbre del martes está el referéndum del 5 de julio. La pregunta será si el pueblo apoya o rechaza la última oferta de la UE y el FMI.Alexis Tsipras hará campaña enérgicamente por el «No». Será una corta pero abrasiva campaña. Europa va a insistir en que el referendo es una elección entre quedarse en el euro o regresar al dracma.
Partida de póquer
Un ministro me dijo el sábado: «[La canciller alemana, Angela] Merkel puede definir el referendo en Alemania, no en Grecia, y hemos dejado muy claro que queremos permanecer en Europa y que esto no es acerca de la eurozona».
Quizás. Vale la pena recordar que la mayoría de los griegos siempre han querido quedarse en el euro.
Si el primer ministro Tsipras pierde el referendo, entonces habrá perdido su autoridad política. Será presionado para dimitir. Si gana, entonces se volverá a encontrar con los líderes de Europa para decirles que tiene un nuevo mandato del pueblo griego.
Una vez más, no habrá negociaciones, con un resultado incierto y en un contexto de deterioro de la economía. Otro gran proyecto de ley bonos del BCE está por venir el 20 de julio.
Alexis Tsipras ha jugado tanto con su futuro como con el de su país. Se comprometió a una votación, pero sólo después de que haya expirado el plan de rescate actual, por lo que Grecia queda ahora vulnerable y expuesta.
El ministro de Finanzas austriaco, Hans Joerg Schelling, dijo del gobierno griego que «estaban jugando póquer, pero en el póquer también puedes perder».