El nombre de José Ramón Grau está ligado inexorablemente a mi vida.
Fue una esencia de amistad, lealtad y solidaridad que perfumó mi espíritu en uno de los momentos estelares de mi vida.
Ahora que Grau ha partido en el viaje sin retorno quiero dejar constancia de mi sentimiento más puro hacia su recuerdo imperecedero.
Tres años menor que yo, cuando se apareció sin nadie llamarlo y manifestó su disposición a trabajar en El Nacional cuando éste era apenas un proyecto, Grau fue al principio el jefe de talleres de dicho diario y de la revista ¡Ahora! Pero su entrega y su agudeza lo llevaron bien pronto a ser uno de los principales activos humanos de Publicaciones Ahora, C. por A., y cada vez que había que tomar una decisión importante sus criterios eran tomados en cuenta.
La vida nos separó físicamente y cada uno tomó rutas diferentes, pero los afectos permanecieron incólumes.
El deceso de José Ramón Grau se lleva con él un pedazo de mi alma.
Paz a sus restos.