Un bombero puede hacer tanto por una persona, o una familia y sus bienes en uno de tantos momentos cruciales de los que deparan las circunstancias, que enumerarlos puede llegar a ser imposible.
Dos casos extremos tal vez ayuden a entenderlo mejor: el incendio de un edificio de apartamentos desde las primeras plantas y la precaria situación de una mascota por la que nadie se arriesga, pero no se duda en llamar a los bomberos.
En el primero de los dos casos puestos como ejemplo se encuentra en riesgo un alto número de personas que por su edad o condición suelen ser presencia permanente en los hogares y, en el segundo, podemos hallarnos ante un animal de compañía, grande o pequeño, del que pende en alguna medida la estabilidad emocional de una persona o una familia.
Los bomberos, en pocas palabras, sirven hasta para remedio.
Y por ser una inclinación vocacional, de humanidad y servicio a cambio de nada, nos hemos acostumbrado a ver el riesgo de este oficio como algo consustancial con la personalidad de quienes lo desempeñan.
Son, sin embargo, unos servidores de todos con muy pocos privilegios sociales.
Y es ahora cuando muchos han venido a enterarse de que recibían una compensación mensual de tres mil pesos, una cantidad de dinero con la que no se llena el tanque de combustible de un vehículo de motor de tamaño mediano.
De acuerdo con un anuncio del ministro de Interior y Policía, Jesús Vásquez Martínez, el Gobierno elevará esta compensación a quince mil pesos mensuales, lo que incluye la contribución al Sistema Dominicano de la Seguridad Social.
Los bomberos son una de tantas dependencias de los ayuntamientos, los cuales son poco menos que cenicientas de la administración pública.
El Gobierno ha venido, pues, a echarle un cabo a los gobiernos locales.
Esperemos que este aumento en los incentivos mueva el espíritu de servicio de más dominicanos.