En las últimas semanas se ha aumentado en el mundo el belicismo de las superpotencias. Están convergiendo en un teatro de operaciones los elementos que están desencadenando una nueva carrera armamentística, sea por razones ideológicas y territoriales, en las que están implicadas naciones como Corea del Norte y EE UU, Rusia y Ucrania y, recientemente, China-Taiwán; en realidad, no es ese todo el corolario, y se incluyen otros países, que pugnan por la supremacía político-militar.
Lo peor es ver impávidamente que el mundo se prepara para la confrontación final, ya que se cuenta con un líder belicista, declarado públicamente.
Este líder es Putin, y tras conocerse del fallecimiento de uno de sus antecedores, Mijaíl Sergueievich Gorbachov, él ha declarado, a propósito de su muerte: “fue un líder que tuvo un gran impacto en la historia mundial”. Ambos líderes mantuvieron una relación de “amor-odio”, si se considera que el ex mandatario rechazó más de una vez la política del hombre que ha iniciado una guerra en Ucrania.
El prestigio mundial de Gorbachov, justamente se debió a su pragmatismo frente a Occidente, a su política de no-proliferación de las armas nucleares. La Rusia de Putin ha jugado un rol inverso: debió poner fin a la Guerra Fría, lo que se había iniciado en la Rusia de Gorbachov.
Aunque existan diferentes interpretaciones en Occidente de la “Perestroika” -el programa político de Gorbachov-, el proceso que iniciara a través de esa política, allá por 1985, apuntaba a librar al mundo de la amenaza de un terrible conflicto nuclear; y no tendría el rasgo del aumento de la irracionalidad, el belicismo y la falta del interés real de buscar soluciones violentas a los conflictos de los estados. Porque eso es lo que está ocurriendo, y en medio de una aterradora tensión.
En su libro «Perestroika. Nuevo pensamiento» (1987), Mijaíl S. Gorbachov reveló las condiciones en las que se podía pasar de un sistema totalitario a democrático, y “la transición de un mundo al borde del conflicto nuclear hacia un mundo donde la guerra fuera desterrada para siempre”.
Mijaíl Sergueievich Gorbachov, padre de la Perestroika, nació en el Stávropol, en el Cáucaso, en 1931 y murió en 2022. Miembro de una familia ruso-ucraniana.
Estudió Derecho en la Universidad de Moscú, en 1955. Desde 1946 se unió a la Liga de Jóvenes Comunistas; al Partido Comunista, en 1952; entre 1956 y 1958, desempeñó el cargo de primer secretario del Comité Urbano del Komsomol, organización juvenil del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS).
En 1978, secretario de Agricultura en el Comité Central del PC, ya a tiempo completo, logró afrontar la catastrófica sequía que sufrió la URSS ese año, lo que supuso para Gorbachov un gran paso para saltar a la política nacional. En 1970, es elegido miembro del Sóviet Supremo del Comité Central del Partido y del máximo órgano ejecutivo de distintos partidos políticos (Politburó), en 1980.
Su ascenso al poder como secretario general del Partido Comunista de la URSS ocurre tras la muerte de Chernenko, en 1985.
Ante los eventos tremendistas de un nuevo rearme de las potencias mundiales debemos pedir un retorno al pensamiento de Mijaíl Gorvachov, quien trató de vencer el autoritarismo en su propio país que, como opinan los expertos, es una herida que sigue abierta en la Rusia de hoy, la de Putin.