La investigación de la estadounidense Nettie Stevens (Vermont, Estados Unidos, 1861), revolucionó la genética. La pregunta que guió a la científica, de cuyo nacimiento se celebra el 155 aniversario, fue la siguiente: ¿Qué genética hay detrás del sexo? ¿Cómo se determina este? Nettie Stevens se doctoró en 1903 en el Bryn Mawr College de Filadelfia, en la facultad en la que trabajaban dos grandes biólogos de la época.
Partiendo de la investigación iniciada por Edmund Beecher Wilson y Thomas Hunt Morgan —más tarde distinguido con el Premio Nobel—, Stevens descubrió la conexión entre los cromosomas y las características físicas.
El trabajo Studies in Spermatogenesis with Special Reference to the «Accessory Chromosome» de 1905 marcó un antes y un después en el estudio de la genética. Nettie Stevens analizó la diferenciación celular en embriones y en el estudio de los cromosomas. Si antes la ciencia había sostenido que los cromosomas se organizaban en largos bucles, ahora Stevens trazó un dibujo distinto: los cromosomas existen como estructuras parejas en las células. Si las células somáticas de las hembras contenían 20 cromosomas grandes, las masculinas tenían 19 grandes y una pequeña, 9 parejas de cromosomas grandes y una constituida por uno grande y otro pequeño.
La científica llegó a la conclusión de que son los cromosomas los encargados de determinar el sexo de los organismos y que la única diferencia que determina el sexo radica en dos clases de espermatozoides: los espermatozoides que poseen el cromosoma X y los que poseen el Y. Si un óvulo es fecundado por un espermatozoide portador de X producía una hembra, y si el cromosoma era Y daría lugar al macho.
Stevens desarrolló una carrera breve pero llena de avances irrefutables para la ciencia. Falleció en 1912 a causa de un cáncer de mama, antes de poder tener acceso a la cátedra que se había creado especialmente para ella en Bryn Mawr College.
Créditos: El País