El libro “Geopolítica del hambre. Ensayo sobre los problemas de la alimentación y la población del mundo” (1946), del doctor Josué de Castro (1908-1973), un médico de Brasil, nutriólogo, geógrafo y activista social y político que luchó contra el hambre en el mundo, así como por su compromiso con la lucha contra la pobreza y el hambre en Brasil y América Latina.
Fue fundador de varias organizaciones dedicadas a la salud y el bienestar social, y tiene el reconocimiento de haber fundado el Instituto de Nutrición de la Universidad de Brasil; fue elegido, en 1952, presidente del Consejo Ejecutivo de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, por sus siglas en inglés FAO, y su más grande legado sigue siendo el debate sobre seguridad alimentaria y nutrición en el contexto de la pobreza y el desarrollo.
Tanto si se aborda el tema en el plano geopolítico, este libro expone las causas del hambre, pero más bien, la causa de la guerra, uno de los males que aquejan nuestro atormentado siglo, que desdice de un mundo de hombres que compiten entre sí y se niegan a ofrecerse el apoyo mutuo.
La sobrepoblación es el resultado del hambre; pero, la planificación, la organización y, en resumidas cuentas, la seguridad de los gobiernos de ofrecer el alimento es la solución para erradicar el fenómeno del hambre en el mundo.
El hambre es una fuerza peligrosa, ya que produce rebelión y enerva el espíritu revolucionario. En política, los conservadores la utilizan para dominar a las masas pobres, para sujetarlas a los regímenes políticos.
El hambre que recorre por todo el mundo tiene hoy su topografía.
La geopolítica humana es cada vez más la geografía del hambre, pero Occidente (tal como lo creía Spengler, 1918-1923), es consciente de que se trata de “un método de interpretación de la dinámica de los fenómenos políticos en su realidad espacial”.
Las potencias mundiales no se hacen responsables de ella y la prefieren mantener como un tabú; es por eso que prefieren el armamentismo, la guerra, la presencia de las grandes ciudades para el espectáculo y el esnobismo.
La definición de seguridad alimentaria de las Naciones Unidas (ONU) se encuentra en la Declaración de Roma sobre la Seguridad Alimentaria Mundial, adoptada en la Cumbre Mundial sobre la Alimentación, en 1996, estableciendo que existe seguridad alimentaria «cuando todas las personas, en todo momento, tienen acceso físico, social y económico a suficientes alimentos inocuos y nutritivos para satisfacer sus necesidades dietéticas y preferencias alimentarias, con el fin de llevar una vida activa y saludable».
Esta definición subraya la importancia de la disponibilidad, el acceso, la utilización y la estabilidad de los alimentos. También presenta desafíos significativos.
La República Dominicana aún se enfrenta a problemas de pobreza y desigualdad que afectan el acceso a alimentos; en Haití se habla de una crisis crónica de seguridad alimentaria debido a sus problemas estructurales. Ella se exacerba por la pobreza, la inestabilidad política, desastres naturales y, sobre todo, por la violencia de las bandas criminales que azotan el país.
La extensión territorial nos vincula con ese país fronterizo y debemos estar alerta. La seguridad alimentaria y nutricional es un derecho fundamental; así lo prevé la Constitución dominicana de 2015 (art. 54, Derechos económicos y sociales), y así estará representado en la nueva Constitución de 2024.