
Su mérito no radica en derrotar a un enemigo cien veces más fuerte, sino en resistir, en no rendirse ante su verdugo, luchar hasta que la humanidad toda se levante contra el genocidio y grite que Palestina tiene derecho a existir. Y eso comienza a verse a pesar de los más de 65 mil muertos, más de un tercio de los cuales eran niños y mujeres.
De 193 países que integran la ONU, 157 han reconocido a Palestina. Varios de ellos lo hicieron en el contexto de la 80.ª Asamblea General de la ONU o en los días previos. El mayor triunfo diplomático del pueblo palestino, aun en medio de una derrota militar.
Entre los últimos en hacerlo están Canadá, Francia, Australia, Bélgica y Reino Unido. Este reconocimiento no es otra cosa que el reflejo de la repulsa global a la crueldad de un Israel que mata niños de hambre, que lanza bombas sobre periodistas, sobre escuelas, hospitales, mezquitas y tiendas de campaña repletas de civiles, la mayoría mujeres y niños.
Aunque la propuesta de paz anunciada este lunes por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, conlleva duras exigencias a Hamás, no deja de ser un indicio de que hay posibilidad de un acuerdo de paz que por fin detenga la muerte de miles de civiles, incluidos pacientes, mujeres y niños.
Esperamos que el sanguinario primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, no vuelva a sabotear un acuerdo de paz. Esperamos también que Hamás ceda un poco, que libere a los rehenes, pues si bien son su carta para una negociación, también merecen seguir viviendo y retornar con sus familias. Siempre es un buen momento para la paz, para que, como dijo Gustavo Petro, triunfe la humanidad sobre la barbarie y el odio.
Es cierto que la propuesta de Trump es un trago muy amargo para los palestinos, porque en los términos planteados es una especie de rendición pura y simple de Hamás, pero en este momento vale más detener la limpieza étnica que pretende Israel y negociar el reconocimiento de un Estado Palestino que tenga soberanía sobre Gaza y Cisjordania. Ese sería un triunfo.
Un pueblo de gente inteligente como Israel sabe que no conseguirá vivir en paz sobre una montaña de cadáveres de hombres, niños y mujeres palestinos, a menos que los elimine a todos, y eso no lo logró ni siquiera Hitler con los judíos. “Quien siembra viento, cosecha tempestad”, dice un refrán bíblico. Israel no debe ni puede continuar como el matón del barrio, y por su propio bien debe negociar. Contener su propia sed de sangre sería un triunfo de la razón.
Judíos y palestinos tienen derecho a convivir en paz, pero para ello es preciso detener la maquinaria de la muerte y el odio supremacista que impulsan personas como Netanyahu.
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German Marte
Periodista dominicano. Comentarista de radio y TV. Prefiere ser considerado como un humanista, solidario.