García Romero: narrativa de largo aliento en novelas cortas

García Romero: narrativa de largo aliento en novelas cortas

García Romero: narrativa de largo aliento en novelas cortas

Por: Amable Mejía

SANTO DOMINGO.- La labor y los resultados se miden por la constancia en lo que se hace con entrega y estudios sistemáticos e ininterrumpidos, aunque no se haga alarde de ello, es el caso del narrador dominicano, Rafael García Romero (1957), sin tirar tierra para atrás.

Desde sus comienzos en la década de los 80 y el alzarse con el santo y la limosna en buena lid, es decir, primer lugar en los concursos de cuentos de Casa de Teatro (1986), se evidenció que García Romero iba en serio en la escritura, abordando el cuento más la narrativa de largo aliento en novelas cortas. Ruinas es un ejemplo.

En cuentos, sobrepasan la media docena, para un género que agota la inteligencia y el asombro como venganza por desentrañarlo.

García Romero concibe la escritura del cuento como ventana abierta a lo más absurdo del comportamiento humano.

Esta labor ha traído como consecuencia el ser un escritor de relatos cortos a tomar en cuenta a la hora de la labor escritural en calidad del país. Sin resistirme a la tentación de introducirse en las marañas del cuento, el autor consigue continuamente permanecer en la imaginación del lector, al tomar un libro cualquiera y disfrutar de ese salto al vacío que es un buen cuento con toda la de la Ley y cada vez que se aborde ese asombro de la relectura, se puede decir que estamos antes un buen cuentista, cuya preocupación y deleite es la creación del mismo.

A Rafael García Romero le toca parte de esos hallazgos para satisfacción del lector y de la labor de escritura de un género que tiene fama de explotar por dentro y seguir de largo como si nada. Es lo que ha sido y es magisterio, la escritura en prosa de García Romero.

Sus retos, porque la palabra anterior define lo que es envolverse como escritura en el cuento, se consiguen en círculo, en lo que respecta a su creación, en lo que se refiere ya a cada cuento como historia a empujar, depende ya de un estudio por separado de cada libro y cada cuento que componen esos libros. Eso es obvio para cual sea el autor, reconocido o no.

Un buen cuento es una isla rodeada de agua, que al vérsele en el tiempo de su narración se pensaría que es la misma agua y no es así. Lo mismo pasa con su cuentística. Su claridad en cada historia la consigue a partir de la historia misma y el nivel de lengua que maneja de acuerdo a sus aciertos y desaciertos.

En Rafael García Romero los libros se suceden, pero todas las historias, con poesía o sin ella, tienen su propia autonomía ante el lector, que es el que la deslinda en su cabeza, en sus gustos, en sus ponderaciones, decide si es cuento bien contado o no.

Al ser un arquitecto en prosa de pequeñas historias que se hacen grandes por la imaginación del lector, por la historia misma, al final prevalece aquel por predilección o este no; tanto en lo que se refiere al libro como a los cuentos de cada uno por separado.

Con García Romero el asombro siempre está a flor de piel en su propio discurrir cuando se le alcanza a ver a lo lejos o se comparte su diálogo con el inconsciente, en cualquier orden con mesura o sin ella. Sus cuentos hay que masticarlos con las muelas de atrás. Por eso puede escribir cuentos con la maestría ya demostrada.

En el año 2011, la Dirección General de la Feria del Libro celebró su dedicación a la narrativa dominicana con el Doceavo Rostro, cuentos reunidos, para el disfrute del lector.

 



El Día

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