Futuro y creación

Futuro y creación

Futuro y creación

David Álvarez Martín

Un recuerdo que evoco de mi niñez es que durante un tiempo mis padres, mi hermana y yo dormimos al fondo de la casa, en la cocina, sobre colchones en el piso.

De joven pregunté por ese recuerdo y la justificación era que estábamos en plena contienda de abril del 1965 y aunque en San Juan de la Maguana no ocurrieron hechos bélicos significativos, mis padres, que habían vivido de niños la Guerra Civil Española, tomaban previsiones por si algo pasaba en la noche.

Imagino que debimos estar encerrados por algunos días. Fuera de ese hecho, los únicos acontecimientos que viví en que la normalidad se interrumpió por varios días y estuve confinando en casa fue la semana del 1978 en que Balaguer intentó dar un golpe de Estado contra el triunfo del PRD, el huracán David en 1979 y mi convalecencia por una hepatitis viral, y el huracán George en 1998.

La presente cuarentena es la primera que toda la población dominicana vive de tal extensión temporal y la padecemos igual que todo el género humano, sin una perspectiva clara de cuándo terminará y qué ocurrirá con dicho virus luego de que nos reintegremos a la vida fuera de casa.

Las repercusiones económicas serán graves, pero no por mucho tiempo, ya que la crisis fue generada por la suspensión de la actividad productiva y no por problemas en el modelo financiero (como ocurrió en el 2008).

Reactivar la economía tendrá sus dificultades y dilaciones, sobre todo porque la globalización nos ha entrelazado a todos de tal manera que muchos procesos productivos y servicios se basan en demandas de actores muy distantes de nuestras costas. Como en una orquesta sinfónica, no basta con que alguien toque un sólo instrumento para ejecutar una composición musical.

Nuestro futuro, todo futuro, demanda un sólido conocimiento de nuestro presente y sus potencialidades. El porvenir no es lo que ocurrirá, sino lo que haremos: unos pocos, muchos o todos. Quienes participan en construir el futuro serán los que le brindarán dirección, los que se queden pasivamente esperando a que algo ocurra terminan viviendo el futuro que otros construirán y que ahora planifican.

Todo futuro se abre a cosas nuevas, a realidades no vistas antes, a la creación de estructuras y objetos inimaginados. Todo lo nuevo de alguna manera hunde sus raíces en lo presente o pasado, cuando en los años 80 del siglo pasado nos maravillamos con la fotocopiadora, el fax o el beeper, ni soñábamos con algo como el internet o las redes sociales, pero definitivamente estos nacieron de aquellos.

Un caso que se abre paso en medio de esta cuarentena es el fortalecimiento de los servicios de entrega a domicilio que en el caso dominicano fueron articulados en los colmados para vender botellones de agua, fundas de hielo o refrescos y cervezas frías, y que hoy se extiende a muchos productos, y veremos muchas nuevas modalidades de delivery que seguirán más allá de la cuarentena.

En manos de nuestros jóvenes y emprendedores, de los políticos con vocación de servicio y ajenos a la corrupción, de inversores con visión de futuro, está en gran medida el futuro de nuestra nación.

Muchas comunidades tienen la oportunidad de aprovechar la tecnología de comunicación, organizarse mejor y no esperar al Estado o el Ayuntamiento para que atienda a sus reclamos. Posibilidades hay, y muchas, algunas nacerán del seno de nuestra sociedad, otras provendrán del extranjero, lo esencial es potenciar todas las acciones creativas que nos permitan generar mayor riqueza y distribuirla con mayor equidad.

No hay motivo para el pesimismo, pero sí para entender que necesitamos aunar fuerza y lucidez, generosidad y vocación de riesgo, porque el esfuerzo será grande, pero el logro lo alcanzaremos, tareas más difíciles superamos en nuestros doscientos años de historia como nación.