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Fumata blanca: el símbolo de humo que revela al nuevo Papa en el cónclave

En el corazón de un mundo que exige inmediatez, donde la información se despacha en segundos y los ojos se multiplican en miles de cámaras y pantallas, el Vaticano anuncia la elección de su nuevo Papa como hace cien años: con humo. No hay pantallas LED, ni notificaciones push, ni tuits en vivo desde la Capilla Sixtina. Solo una chimenea estrecha, un silencio sellado por el juramento, y un lenguaje arcaico que se eleva al cielo romano como un susurro antiguo: blanco, sí; negro, no.

Este miércoles comenzó el cónclave y con él, un mecanismo que parece resistirse al tiempo. Mientras drones vigilan la plaza de San Pedro, se bloquea la señal de móviles en todo el microestado y se confiscan los teléfonos de los cardenales electores, adentro se repite un ritual que tiene siglos: “Extra omnes”. Afuera, el mundo mira ansioso. Adentro, se vota con papel, se quema con fuego, se comunica con humo.

La fumata blanca, tan simbólica como funcional, nació de una necesidad concreta: hacer saber al pueblo si había o no acuerdo. Al principio, las papeletas de votación se quemaban solas. Pero el humo resultaba ambiguo, grisáceo. El caso más célebre fue en 1958: durante el cónclave que eligió a Juan XXIII, una columna de humo confusa hizo que muchos creyeran que había Papa. No era así. La decepción fue general. La Santa Sede, que domina el arte de los símbolos, entendió el mensaje. Desde entonces, dos estufas separadas y productos químicos garantizan la claridad: una para las papeletas, otra para teñir el humo de blanco o negro.

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