Michael Meyden, un hombre de 57 años de Lake Oswego, Oregon, se declaró culpable de tres cargos graves tras haber drogado a tres amigas de su hija durante una pijamada en su casa. El Tribunal de Circuito del Condado de Clackamas lo sentenció a dos años de prisión. Además, Meyden enfrentará tres años de supervisión tras su liberación.
El fiscal de distrito, John Wentworth, declaró según NBC News: “Las acciones del señor Meyden son imperdonables e imprudentes y requieren un castigo acorde con el crimen”.
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La terrorífica noche del Incidente
En una oscura noche de agosto de 2023, la casa de Michael Meyden en Lake Oswego se convirtió en el escenario de un siniestro suceso. Tres niñas, amigas de la hija de Meyden, estaban emocionadas por pasar una noche divertida en una fiesta de pijamas. Sin embargo, la velada tomó un giro inesperado cuando Meyden, inusualmente involucrado en la actividad de las niñas, les sirvió batidos de mango entre las 21 y las 23.
La tercera niña, sintiendo algo extraño, fingió estar dormida, aterrada por la presencia constante de Meyden, quien intentaba separar a las niñas dormidas.
Durante eternos quince minutos, la niña abrazaba a sus amigas, protegiéndolas de los avances de Meyden.
Valiente reacción
Desesperada y sintiendo el peligro inminente, la niña que permanecía despierta envió un angustioso mensaje a su madre: “Mamá, por favor vení a buscarme, podés decir que tuve una emergencia familiar. No me siento segura. Puede que no responda, pero por favor ven a buscarme (emoji de llanto), por favor. Por favor, contesta. Por favor. ¡POR FAVOR!”. Sin respuesta inmediata de su madre, la niña tomó la valiente decisión de contactar a otros amigos de la familia. Un amigo respondió y rápidamente su madre acudió al rescate, llevándola a salvo de aquella casa de horror.
A la mañana siguiente, el Hospital Infantil Randall reveló la impactante verdad: las tres niñas habían dado positivo por benzodiazepinas. La pesadilla se hizo real para las familias, que se enfrentaban a la horrenda realidad de que sus hijas habían sido drogadas deliberadamente. “¿Qué pasó?” preguntaban las víctimas, confusas y atemorizadas, incapaces de recordar lo sucedido tras “desmayarse” por efecto de las drogas.
La policía allanó la casa de Michael Meyden, descubriendo un verdadero arsenal de elementos incriminatorios. Encontraron más de cinco frascos de temazepam, un sedante comúnmente utilizado para tratar el insomnio y la ansiedad. Además, había balanzas, hojas de afeitar y herramientas para triturar pastillas. La escena se asemejaba más a la de un laboratorio clandestino que a la de una residencia familiar. La evidencia acumulada pintaba un cuadro escalofriante de premeditación y peligro, poniendo en duda cada aspecto de la versión de Meyden.
Las consecuencias emocionales y psicológicas de este incidente resonaron profundamente en las familias afectadas. Las niñas, inocentes víctimas, se enfrentaban ahora a una dura realidad: la desconfianza hacia los adultos y el miedo constante que acompañaría sus vidas. “Nos enseñaron que los adultos son personas en las que podemos confiar… Sin embargo, los adultos ya no son personas en las que puedo confiar. Son personas que me asustan”, declaró una de las niñas durante la audiencia. Su voz, quebrada por el trauma, resonó en la sala del tribunal, un testimonio de la magnitud del daño causado por Meyden.
Los padres, por su parte, expresaron su indignación y dolor. “Jugaste a la ruleta rusa con la vida de mi hija. Ningún padre decente siente la necesidad de drogar a su propio hijo y a sus amigos”, afirmó una de las madres ante el tribunal. Otra madre añadió: “Ningún padre decente pone sus manos sobre niñas drogadas e inconscientes sin intenciones nefastas”. Las declaraciones fueron contundentes, cargadas de una mezcla de rabia y desconsuelo, mientras los ojos de las víctimas y sus familias buscaban justicia en medio del dolor.
La jueza Ann Lininger destacó la fortaleza de las niñas, describiéndolas como “mujeres jóvenes fuertes y elocuentes que experimentaron una injusticia insondable”. La comunidad, antes un refugio seguro, se veía ahora obligada a confrontar la oscura realidad de que incluso los lugares más tranquilos pueden ser el escenario de actos atroces.
Durante una búsqueda en su casa, las autoridades confiscaron equipos para moler pastillas, una licuadora y varios frascos de Temazepam, un sedante utilizado para tratar insomnio y ansiedad.
Además de los dos años de prisión, Meyden tendrá tres años de supervisión posterior a la liberación. Su abogado, Jeff Turnoy, indicó que Meyden podría ver su sentencia reducida en cinco meses por buen comportamiento. También contó que su cliente estaba profundamente arrepentido y tenía un remordimiento genuino por sus acciones.
Fuente. Infobae