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Francisco y Bergoglio

Nassef Perdomo Cordero Por Nassef Perdomo Cordero
Francisco y Bergoglio
📷 Nassef Perdomo Cordero, abogado.

El albor del lunes nos trajo la noticia de la muerte del papa Francisco. Sustituto en vida de Benedicto, Francisco representó como papa una ruptura con el genio adusto que caracterizó a la Iglesia en los lustros anteriores a su ascenso al solio.

Desde el papado se ofreció un ejemplo de humanidad y humildad que, aunque siempre estuvo presente en amplios sectores de la Iglesia, no era la forma en la que las más altas capas de ésta se relacionaban con sus fieles y los demás.

Este cambio no sólo tuvo consecuencias de forma, sino también de fondo. No hay que olvidar que una de las características fundacionales del cristianismo es su vocación evangélica y ecuménica.

Por ello, puede considerarse como un valor cristiano tratar al otro como un ser humano digno sin importar las diferencias. Ese es el sentido de la frase atribuida a San Francisco de Sales: “Se logra más con una gota de miel que con un barril de vinagre”.

Los que no somos fieles católicos apreciamos y valoramos esa Iglesia más abierta, más dialogante que, sin renunciar a su esencia, se esfuerza en escuchar y conversar. Si ambas partes asumen la misma actitud, entonces es posible el entendimiento dentro de las diferencias. Y debe ser así, porque nuestro destino es convivir.

Esto explica por qué Francisco fue tan querido fuera de su Iglesia, por qué incluso muchos de sus críticos lamentan su partida. No todos, es cierto.

Algunos le cuestionan, quizás con razón, actuaciones cuando era el cardenal Bergoglio y apuntan a injusticias cometidas por la Iglesia que, a pesar de los avances, aún no terminan de solucionarse.

A estos también hay que escucharlos porque la justicia y la verdad sólo se pueden construir atendiendo a los hechos incómodos.

Pero su legado como papa será una mayor apertura, el reconocimiento de que la empatía es una virtud y de que todos somos merecedores de respeto.

No es poco, en un mundo en el que la crispación se ha convertido en herramienta común, en el que las trincheras y el desprecio por el otro son la orden del día. Así, el lunes en horas de la mañana nos dejó Jorge Bergoglio, un hombre, pero siempre nos quedarán a todos Francisco, y su sonrisa.

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