
Nueva York.- En 1988, Francisco Brito tomó una de las decisiones más importantes de su vida: dejar atrás Santo Domingo, su carrera como profesor universitario para empezar de cero en Nueva York. No lo hizo por ambición, sino por un proceso familiar. Su esposa había recibido la residencia estadounidense y él fue incluido en la solicitud. La vida le abría una puerta, aunque aún no sabía hasta dónde lo llevaría.
En ese entonces, Brito trabajaba en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) y en la Universidad Tecnológica de Santiago (Utesa), impartiendo clases de Auditoría I y II. También colaboraba en una firma de auditoría. A sus 21 años ya se había graduado y su carrera profesional parecía sólida en su país. Sin embargo, la oportunidad de emigrar lo colocó frente a un nuevo escenario.
Al llegar a Estados Unidos, Brito tenía claro que no quería relegar su experiencia profesional a un empleo de factoría. No por desprecio a ese tipo de trabajo, sino porque sabía que podía aspirar a más. Así, junto a su esposa, decidió dedicarse por seis meses a perfeccionar el inglés.
“Tenía la base, pero no para sentirme confiado. Si quería insertarme en el nivel que me correspondía, tenía que dominar el idioma”, recuerda. Ese esfuerzo pronto dio frutos. Su primer empleo fue en una oficina de preparación de impuestos personales. Allí aprendió el sistema tributario estadounidense y se adaptó a las dinámicas financieras de su nueva vida.
El encuentro que lo cambió todo
El destino se encargó de abrirle otra puerta. Conversando con un amigo, este le sugirió que aplicara a Naciones Unidas. “Me vio condiciones”, dice entre risas. Al día siguiente, el amigo le entregó un formulario para solicitar un puesto. Brito lo llenó y lo envió por correo.
Un mes y medio después, recibió una carta de invitación para tomar un examen de finanzas. La prueba fue en el Salón de la Asamblea General de la ONU, con más de 600 aspirantes. Mientras muchos tardaban horas, Brito terminó en una sola hora. Dos semanas más tarde, recibió otra carta: había aprobado.
Su sorpresa fue mayor cuando en la entrevista le informaron que había quedado en el primer lugar del examen. “Señor Brito, usted está aquí porque quedó número uno”, le dijo el encargado de reclutamiento. Ese 18 de diciembre de 1994 recibió su primera oferta de trabajo en la ONU como oficial de finanzas.

Una carrera de más de tres décadas
Desde entonces, Brito ha recorrido un largo camino dentro de Naciones Unidas. Inició en el plan de pensiones y luego pasó a la división de nóminas. En el año 2000 fue enviado a Sierra Leona como oficial de finanzas en una misión de mantenimiento de paz, donde se encargaba de procesar los pagos de los contingentes militares.
Más tarde trabajó en Haití, siempre en el área de finanzas, y luego asumió responsabilidades en el Departamento de Viajes y en la supervisión de pagos a proveedores. También participó en la implementación de un nuevo sistema financiero en la ONU, lo que lo llevó a países como Uganda, Mali, Liberia, Alemania y Austria.
En 2020 decidió dar un paso distinto: se integró al sindicato de empleados de Naciones Unidas en Nueva York. Fue electo como segundo vicepresidente, luego primer vicepresidente y finalmente presidente, cargo que ocupó hasta 2024.
Hoy, con 31 años en la ONU, Brito se desempeña en el departamento de seguros de salud, como encargado de finanzas.
Orgullo dominicano en la ONU
Actualmente, estima más de 40 dominicanos trabajando de manera fija en la ONU, sin contar a los contratistas. “Tenemos compatriotas en UNICEF, en el Programa Mundial de Alimentos y en diferentes misiones de paz. El número sigue creciendo”, señala.
Para él, la clave del éxito de muchos dominicanos en el organismo internacional es una mezcla de preparación, decisión y oportunidad. “Las oportunidades llegan, pero todo depende de la preparación que tengas y del momento en que decidas. Sin preparación, no llegas”, afirma con convicción.
Más allá de los números
Aunque su carrera ha estado ligada a las finanzas, Brito confiesa que lo más enriquecedor ha sido el contacto con diferentes culturas alrededor del mundo. “Conocer la diversidad, las costumbres, lo que en un país es sagrado y en otro no, eso no tiene precio”, dice.
Una de sus experiencias más significativas ocurrió en África, cuando visitó Gambia y recorrió el museo dedicado a Kunta Kinte, el personaje de la célebre novela y serie Raíces. Allí, frente a las esposas y objetos usados en la esclavitud, reflexionó sobre sus propios orígenes. “Me quedé pensando: de aquí vengo yo”, recuerda emocionado.
Vida en Nueva York
A pesar de sus viajes, Brito ha hecho vida en el Bronx, no muy lejos del Yankee Stadium, equipo al que sigue de cerca. Junto a su esposa crió a sus dos hijos, quienes ya terminaron sus estudios universitarios.
Hoy, mirando hacia atrás, asegura que cada sacrificio valió la pena. “Ha sido una experiencia muy buena. En términos de remuneración, claro que ha sido satisfactoria, pero lo que más me llena es haber podido conocer tantas culturas y haber representado a mi país con dignidad en Naciones Unidas”, concluye.
La historia de Francisco Brito no es solo la de un hombre que emigró en busca de mejores oportunidades. Es también la de un dominicano que, sin olvidar sus raíces, ha demostrado que la preparación, la disciplina y la visión pueden abrir puertas en cualquier parte del mundo. Su vida es testimonio de que el llamado “sueño americano” puede alcanzarse con esfuerzo, constancia y fe en uno mismo.
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Joan Vargas
Joan Kennedy Vargas, periodista dominicano. Cubre la fuente de la Presidencia de la República, Policía, Fuerzas Armadas y DNCD.