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Monumento al olvido: el secreto de una fosa común en el cementerio de Cristo Rey

José P. Monegro Por José P. Monegro
📷 En el centro del Cementerio de Cristo Rey se erige un momento olvidado, pero cuidado con gran dignidad en medio de la pobreza con destellos de los colores patrios y una historia no contada.

El santuario sin nombres de los mártires de 1965 en Santo Domingo se erige con gran dignidad pese a la pobreza, pero sin visitas ni reconocimiento

Santo Domingo, RD. – En el centro del Cementerio de Cristo Rey se erige un momento olvidado, pero cuidado con gran dignidad en medio de la pobreza con destellos de los colores patrios y una historia no contada.

Sobre una fosa común que fue convertida en la última morada de cientos de dominicanos muertos como consecuencia de la Revolución de 1965 y la subsiguiente denominada “Operación Limpieza, se erige una pequeña platea y una tarja conmemorativa, pero nunca visitada.

No hay familiares que los visiten, pues de seguro no saben que sus restos descansan allí porque los muertos eran lanzados en la fosa común sin ningún procedimiento, sin identificación previa. Solo eran tirados al hoy y sepultados en tierra.

Por años, la fosa común también estaba perdida debajo de un enorme basurero en el que se tiraban los escombros y podas del Cementerio, hasta que el 2016 el Ayuntamiento del Distrito Nacional, bajo la alcaldía de Roberto Salcedo, se rescató la dignidad del lugar, se construyó el modesto monumento y se ha mantenido bien cuidado, aunque enterrado en la discreción de los que por ser desconocidos y pobres carecen de promotores.

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Es discreto, sin placas brillantes ni nombres ilustres, pero en ese espacio roposa uno de los episodios más trágico e ignorado de la historia reciente dominicana, incluyendo la historia de la misma Revolución del 1965.

Al final de la corta calle principal del Cementerio de Cristo Rey, custodiado por algunas palmera, se esconde entre nichos el monumento levantado sobre la fosa común en que fueron enterrados cientos de personas sin identificar de los muertos en la zona norte de Santo Domingo durante la revolución de 1965 y la Operación Limpieza.

La fosa común, en la periferia del camposanto que entonces apenas comenzaba a expandirse, quedó sepultada bajo un basurero improvisado, invisible para los transeúntes y olvidada por la ciudad.

No hay cifras exactas de cuántos cuerpos fueron depositados allí, pero los testimonios de vecinos, sepultureros antiguos y excombatientes coinciden en que fueron muchos, se habla de cientos. Demasiados para la memoria colectiva que hoy apenas recuerda aquel hecho.

Un rincón para los que nunca tuvieron tumba

La fosa común está ubicada justo donde la calle principal del cementerio termina. Para 1965, era la orilla misma del camposanto, un terreno inhóspito, alejado del trazado urbano. Hoy, en cambio, está a pocos pasos de tumbas más recientes, con el sector El Caliche a sus espaldas.

A pesar del abandono histórico, el lugar se mantiene con una dignidad silenciosa, en gran medida porque desde hace años el Cementerio ha sido administrado por dolientes del barrio de Cristo Rey y gente que se ha esforzado en distinguirse en medio de la pobreza. Esa mística de los administradores, que se ha repetido a pesar de los cambios de gestores, se ha impregnado en el personal municipal y todos los que pululan alrededor de los cementerios. Allí, el olvido convive con el decoro de la pobreza.

El monumento, sin pretensiones arquitectónicas, es un llamado al reconocimiento histórico. No hay nombres, porque los allí enterrados nunca fueron identificados. Algunos eran combatientes constitucionalistas; otros, civiles atrapados en el fuego cruzado de una guerra fratricida y muchos fueron cazados por militares que se dedicaron a eliminar reductos de la Revolución.

La Operación Limpieza: el horror que arrojó cuerpos sin nombre

El 13 de junio de 1965, tropas del gobierno de facto respaldado por los Estados Unidos lanzaron la llamada «Operación Limpieza» para recuperar la zona norte de Santo Domingo, donde los constitucionalistas habían encontrado fuerte apoyo popular.

Fue una acción militar con uso indiscriminado de artillería pesada y bombardeos en zonas densamente pobladas. Testimonios de la época hablan de cuerpos en las calles, niños muertos en brazos de sus madres, casas destruidas y combatientes ejecutados sumariamente.

Muchos de los fallecidos durante esos días fueron enterrados rápidamente en fosas comunes. No había tiempo para velorios ni capacidad para entierros individuales. Las autoridades buscaban limpiar rápido las calles, ocultar el horror y seguir adelante con la narrativa de «pacificación».

El cementerio de Cristo Rey fue uno de los destinos finales de esos cuerpos. La fosa común, entonces una improvisación al borde del camposanto, recibió decenas de ellos.

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José P. Monegro

Periodista dominicano. Director del Periódico El Día.

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