Fortalecer la institucionalidad

Fortalecer la institucionalidad

Fortalecer la institucionalidad

J. Osiris Mota

En nuestro artículo anterior expusimos la fe que tenemos sobre la inteligencia colectiva. Siempre que las personas se sientan a conversar sobres sus problemas, preocupaciones, motivos y emociones se pueden encontrar las mejores salidas para el desarrollo de la colectividad, teniendo en primer orden como esencia el bienestar humano, que en ninguna circunstancia compagina con el individualismo y el privilegio de los intereses particulares.

Cuanto más fuerte sean nuestras instituciones, creadas para la gobernabilidad, autonomía y participación, más éxito tendremos para conseguir y sostener el desarrollo económico que tanto aspiran los consumidores que somos.

Ahora bien, esto requiere un esfuerzo de todos, por lo que debemos vencer la fatalidad de creernos que si las cosas no nos tocan directamente no son nuestra incumbencia, desvinculándonos del grupo social al que pertenecemos.

En mis años trabajando con grupos sociales, empresariales y políticos, hemos experimentado, la tendencia de individuos que son escogidos para las direcciones, a irse separando de los requerimientos y principios de la institución o grupo que compone, y asumiendo actitudes individualistas, creyéndose más sabios que la institución, motivado por grupúsculos de coincidencias particulares nocivas a la institución o conglomerado.

Cuando la institución no es fuerte, no tiene claridad y fortaleza en sus principios y objetivos, que además requieren de procesos claros y precisos para someter a sus directivos, se deterioran y terminan arrodillados o desentendidos de las acciones de los más aventajados y oportunistas dirigentes.

El mejor ejemplo son los partidos políticos, que presentan programas de gobierno y candidatos a la sociedad, y cuando son elegidos, se separan de los mandatos de la institución que los llevó al poder, y ejecutan su propia agenda, con o sin éxito, pero en muchos casos vemos cómo funcionarios se creen dueños y señores de las instituciones que dirigen, haciendo lo que les venga en gana sin contar con la aprobación de quienes se sacrificaron para llevarlos a la administración de las cosas.