Nunca había sentido una Navidad tan fría como ésta, pero al mismo tiempo tan esperanzadora.
Fría porque, a pesar del intenso movimiento de gente y vehículos que se nota en las calles, se perciben aires de inseguridad económica y de dudas en cuanto a qué nos depara el destino para los próximos años, a partir de los déficits millonarios en que se encuentra sumido el país.
Y al mismo tiempo esperanzadora, por cabeza dura que soy, al extremo de sentirme optimista creyendo que somos muchos los dominicanos empeñados en salir a flote en base al trabajo honesto, el respeto de las instituciones, el triunfo de la transparencia y la derrota de la impunidad.
Mi fórmula es sencilla. Basta con que gobernantes y gobernados cumplamos al pie de la letra, unos y otros, los preceptos de la Ley. Es más fácil decirlo que hacerlo, eso lo sé. Es una ingenuidad, una quijotada. Pero no es un imposible.
Hagamos la prueba por un día, para comenzar. No importa que sea usted militar, médico, ama de casa, limpiabotas, funcionario de alto rango o motoconchista. Trate, por un día, de solo hacer lo correcto y evitar lo incorrecto. Verá qué bien se siente cuando llegue la noche.
Si pudo hacerlo una vez, sígalo intentando día tras día, e incentive a los suyos para que hagan lo mismo. Creo firmemente que así se puede arreglar el mundo. Todo depende de nosotros mismos.