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Fin del cerco a la sede del Congreso

Todavía hoy no le encontramos una explicación política, social o de seguridad convincente a la innecesaria y excesiva militarización del Congreso Nacional.

En el mejor de los casos calificamos de torpeza ese error, que en el exterior reflejaba una inestabilidad social y política inexistente en República Dominicana.

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Así como se militarizó un domingo, se desmilitarizó un martes sin mayor aspaviento, una muestra de que la primera acción era innecesaria.

Si se tenía algún temor o sospecha de incursiones no autorizadas a la sede del Congreso, bastaba con un aumento de la vigilancia y protección de los accesos. El despliegue fue inexplicablemente excesivo.

Pero bienvenida la medida anunciada ayer por el presidente del Senado y ejecutada de inmediato, de retirar los agentes policiales y militares con sus respectivos vehículos de asalto, cárceles móviles y cosas por el estilo.

Esa medida debe permitir que los congresistas, todos, vuelvan a trabajar con normalidad, sin la presencia militar en su recinto.

No aspiramos a que se discutan los temas legislativos más trascendentes, pues estamos al final de una legislatura que preludia el inicio de una campaña electoral.

Al menos, atiendan lo impostergable y no añadan intranquilidad evitable.

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