Ha costado US$230 millones, más otros US$22 millones para repararlo.
Pero, desde que se pusiera en marcha hace un mes, el costoso muelle flotante construido por el ejército de Estados Unidos en Gaza apenas ha logrado entregar 3.500 toneladas de ayuda humanitaria.
Esto es el equivalente a unos 120 camiones, una cifra que palidece ante los cerca de 500 camiones de ayuda que entraban diariamente en la Franja de Gaza antes de la guerra, según la ONU.
El «corredor marítimo humanitario» que anunció el presidente de EE.UU., Joe Biden, a bombo y platillo el pasado marzo y que se puso en funcionamiento el 17 de mayo ha sido un fracaso, denuncian las organizaciones de ayuda humanitaria, que ya advirtieron desde el principio de que la mejor forma para hacer llegar la muy necesitada ayuda era por los tres pasos terrestres que comunican Gaza con el exterior.
El muelle, que fue bautizado como «Tridente», consta de una plataforma y un pasillo flotantes que se anclan a la playa y permiten desembarcar ayuda humanitaria que llega en barcos desde Chipre y trasladarla con camiones hasta la costa.
Sin embargo, el muelle ha estado marcado por la polémica y por los infortunios desde el principio.
Al día siguiente de que empezara a estar operativo, el Programa Mundial de Alimentos (PMA) tuvo que suspender el desembarco de la ayuda porque los camiones fueron asaltados por miles de palestinos, que se llevaron parte del cargamento.
La ONU lleva meses advirtiendo de la grave crisis alimentaria que se vive en Gaza, que sufre ya más de 8 meses de guerra, en la que han muerto más de 37.000 personas.
Una parte significativa de la población vive, además, «condiciones catastróficas de hambruna», según ha denunciado el director general de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom Ghebreyesus.
Unos 8.000 niños menores de 5 años han sido diagnosticados con malnutrición aguda, según la OMS, y se han registrado al menos 32 muertes por hambre.
Israel impuso un férreo bloqueo de la Franja de Gaza tras el ataque de Hamás del pasado 7 de octubre, en el que murieron unos 1.200 israelíes y más de 240 fueron tomados como rehenes.
El gobierno liderado por Benjamín Netanyahu ha permitido con cuentagotas la entrada de alimentos, agua, combustible y medicinas por los pasos fronterizos de Rafah, que comunica con Egipto, y el de Kerem Shalom, al sur de la Franja.
Se trata de una ayuda que no es suficiente para paliar la escasez de todo que se vive en Gaza.
El muelle temporal debía poder dar salida a 90 camiones diarios en una primera fase y hasta 150 cuando estuviera completamente operativo.
Sin embargo, apenas 15 camiones llegaron en los dos primeros días, según el PMA. En las siguientes tres jornadas no recibieron nada.
Una semana después de poner en marcha el muelle flotante, un temporal lo destrozó e hizo encallar a cuatro embarcaciones del ejército de EE.UU., por lo que los desembarcos se suspendieron.
Repararlo costó US$22 millones y se reabrió el pasado 8 de junio. Sin embargo, menos de una semana después tuvo que volver a ser desanclado y llevado al puerto de Asdod, en Israel, para protegerlo de un nuevo temporal, según el propio ejército estadounidense.
El New York Times calcula que el muelle ha estado operativo apenas 10 días.
En todo este tiempo se han logrado descargar 3.500 toneladas de ayuda, según detalló el secretario de prensa del Pentágono, el general Pat Ryder. Si un contenedor de 40 pies, el más habitual, suele llevar una carga de unas 29 toneladas, podría calcularse que en un mes han llegado por esta vía poco más de 120 contenedores de ayuda.
«Teatro humanitario»
«El muelle es teatro humanitario. Se trata más de óptica política que de sustancia humanitaria», criticó en X (antigua Twitter) Jeremy Konyndyk, presidente de la organización Refugees International, cuando la instalación se puso en marcha.
Un mes después, las críticas siguen arreciando.
«El muelle temporal construido por el ejército de Estados Unidos en la costa de Gaza ha demostrado ser un rotundo fiasco en términos de asistencia a los civiles más vulnerables«, escribió en las páginas de Le Monde el historiador y profesor de Sciences Po, Jean-Pierre Filiu.
El analista recodaba que la viabilidad del proyecto había generado serias dudas no solo entre los especialistas en el campo de la logística humanitaria sino dentro del propio gobierno estadounidense, y que la postura de las organizaciones humanitarias siempre fue que «sólo el desbloqueo por parte de Israel del acceso terrestre a Gaza puede detener la propagación del hambre y las epidemias en una población que se encuentra, literalmente, en las últimas».
Desde su construcción, el muelle ha despertado asimismo el recelo de muchos palestinos.
En las redes sociales se han propagado teorías de la conspiración sobre si el muelle flotante forma parte de la operación militar israelí que se inició en represalia por el ataque de Hamás del 7 de octubre.
Muchos vieron en la iniciativa una colaboración militar de EE.UU. con Israel, y un evento el pasado 8 de junio añadió más leña al fuego de la conspiración.
Ese día, una operación militar israelí para liberar a 4 rehenes en manos de Hamás mató a más de 270 palestinos que se encontraban en los alrededores del edificio en el que estaban escondidos los secuestrados.
En la retirada, los militares israelíes, en lugar de regresar por el sitio por el que habían llegado, cruzando la frontera entre Israel y la Franja, optaron por dirigirse a la playa. Allí, un helicóptero militar aterrizó junto al muelle flotante construido por EE.UU. y recogió a los rehenes liberados y al comando que protagonizó la operación.
Para la ONU y las organizaciones de ayuda que operan en Gaza, la maniobra, tan cerca del muelle y de las carreteras que sirven para desembarcar la ayuda humanitaria, no solo puso en peligro a sus trabajadores, sino que puede hacer pensar a algunos palestinos que su imparcialidad está en entredicho.
«La seguridad de nuestros trabajadores humanitarios depende de que todas las partes y las comunidades sobre el terreno confíen en su imparcialidad», advirtió Faraq Han, portavoz del secretario general de la ONU.
El PMU suspendió, de hecho, sus operaciones para hacer una revisión de los planes de seguridad, y la ayuda se fue amontonando en la playa.
El ejército estadounidense ha negado tajantemente que el muelle o sus tropas formaran parte de la operación para rescatar a los rehenes, y ha desvinculado la retirada del embarcadero, que se produjo el pasado 14 de junio, con la decisión de las agencias de la ONU de suspender esa vía de aprovisionamiento.
Según el portavoz Pat Ryder, el Tridente volverá a estar operativo esta semana cuando las condiciones del mar lo permitieran.
Pero de acuerdo con el NYT, el embarcadero flotante podría tener los días contados.
Al parecer, funcionarios estadounidenses habrían asegurado a las organizaciones que operan en Gaza que el muelle podría ser desmantelado antes de lo previsto, posiblemente a principios de julio, según el diario.
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