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Feminización de la pobreza y desigualdad de género en República Dominicana

Tony Pichardo Por Tony Pichardo
Embarazo y pobreza
📷 Mujer embarazada. Fuente externa.

Santo Domingo, RD. –Mireya (nombre ficticio) joven de 28 años, aunque aparenta más edad. Vive en la ladera de uno de los tantos caseríos del barrio Los Tres Brazos, en Santo Domingo Este. Su historia es un claro ejemplo de cómo la feminización de la pobreza se manifiesta en la vida cotidiana de muchas dominicanas. Madre soltera de dos hijos, se embarazó a temprana edad y apenas logró terminar el bachillerato. Soñaba con ser profesora, pero no pudo asistir a la universidad.

Hoy trabaja en una zona franca, donde gana el salario mínimo, insuficiente para cubrir el alquiler de una vivienda precaria, la alimentación, el transporte y la educación de sus hijos.

Su situación no es nueva en la familia. Su madre, quien cuida de sus hijos tras la jornada escolar, vivió un escenario similar, marcando un patrón intergeneracional de pobreza del que Mireya no ha podido escapar. La precariedad económica la obliga a endeudarse constantemente, y el estrés diario ha comenzado a afectar su salud mental, provocándole episodios de depresión.

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A pesar de las adversidades, Mireya mantiene la esperanza de que sus hijos logren educarse y rompan el ciclo que ha marcado a su familia por generaciones. Sin embargo, cada día representa una lucha cuesta arriba, donde los sueños se enfrentan a una realidad implacable: la falta de políticas públicas efectivas que aborden las raíces estructurales de la pobreza y la desigualdad de género.

¿Podrá conseguirlo? Hay miles de Mireya en cada barrio dominicano.

Un problema estructural: la feminización de la pobreza

La feminización de la pobreza en la República Dominicana es una realidad persistente que refleja las profundas desigualdades estructurales de género en el país. A pesar de los avances en educación y participación laboral, las mujeres dominicanas continúan enfrentando barreras significativas que limitan su desarrollo económico y social.

Según un estudio del Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo, el embarazo adolescente y el matrimonio infantil son problemáticas alarmantes en el país. En 2019, una de cada tres mujeres de entre 20 y 24 años se había casado o unido antes de los 18 años. Además, la tasa de embarazos adolescentes alcanzó los 93 nacimientos por cada 1,000 mujeres de entre 15 y 19 años en 2018, superando el promedio regional de 62.1. Estas prácticas limitan las oportunidades educativas y laborales de las mujeres, perpetuando los ciclos de pobreza.

A esta situación se suma la carga desproporcionada del trabajo no remunerado. El mismo estudio revela que las mujeres dominicanas dedican, en promedio, más de 31 horas semanales a tareas domésticas y de cuidado no remuneradas, el triple del tiempo que dedican los hombres. Esta carga limita su disponibilidad para empleos remunerados y frena su desarrollo profesional.

Desigualdad en el empleo y los ingresos

La desigualdad en el acceso al empleo formal es otro obstáculo que impide el desarrollo pleno de las mujeres dominicanas. El Informe Nacional sobre la Situación de las Mujeres en la República Dominicana, elaborado por la CEPAL, destaca que aunque el 21 % de las mujeres ocupadas son graduadas universitarias —frente al 9 % de los hombres—, ellas enfrentan mayores tasas de desempleo y subempleo. En el cuarto trimestre de 2024, la tasa de desocupación femenina fue de 7.5 %, comparada con el 2.8 % en los hombres.

El mismo informe señala que, en 2024, las mujeres representaron el 55.8 % de las personas en situación de pobreza extrema en el país. Esta vulnerabilidad económica limita su acceso a servicios básicos y oportunidades de desarrollo. La dependencia económica y las responsabilidades domésticas restringen la capacidad de las mujeres para tomar decisiones autónomas sobre su vida y bienestar. Además, la pobreza y la sobrecarga de trabajo afectan negativamente su salud física y mental, aumentando el riesgo de enfermedades y estrés.

Aunque ha habido ciertos avances, la participación laboral femenina sigue siendo considerablemente inferior a la masculina. En 2023, la tasa de participación de las mujeres fue del 52.6 %, frente al 72 % de los hombres.

Impacto de la pandemia y brecha salarial

El Portal Interactivo de Pobreza de la Oficina Nacional de Estadística (ONE) señala que la crisis sanitaria provocada por la COVID-19 afectó de forma desproporcionada a las mujeres. En 2020, alrededor del 39 % de las mujeres jóvenes no estudiaban ni trabajaban, en comparación con el 25 % de los hombres jóvenes, conocidos como NINIs (ni estudian ni trabajan).

Por su parte, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) indica que las mujeres dominicanas ganan, en promedio, un 21.1 % menos que los hombres. Esta brecha salarial es aún más pronunciada entre las mujeres con menor nivel educativo, alcanzando una diferencia del 39.1 % entre aquellas con solo educación primaria. Estas disparidades son más evidentes en sectores con alta presencia femenina, como hoteles, bares, restaurantes y trabajo doméstico.

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A pesar de su formación académica, las mujeres siguen estando subrepresentadas en puestos de alta dirección y liderazgo, lo que limita su influencia en la toma de decisiones y perpetúa las desigualdades estructurales.

Hacia políticas más justas e inclusivas

El PNUD plantea la necesidad de establecer mecanismos que aseguren una remuneración equitativa por trabajos de igual valor, eliminando las disparidades basadas en el género. Asimismo, recomienda promover políticas que fomenten la participación igualitaria de hombres y mujeres en las responsabilidades domésticas y de cuidado.

También destaca la importancia de desarrollar programas que faciliten el acceso de las mujeres a la educación y formación técnica, con el fin de mejorar sus oportunidades laborales. Además, sugiere fomentar una representación equitativa y libre de estereotipos de género en los medios de comunicación, como herramienta clave para transformar normas sociales discriminatorias.

Erradicar la feminización de la pobreza en la República Dominicana requiere un compromiso multisectorial que enfrente las causas estructurales de la desigualdad de género. Solo a través de políticas inclusivas y equitativas será posible garantizar el pleno desarrollo y bienestar de las mujeres en el país.

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