Faride Raful: “Mi rol más importante es ser mamá”

Entre las decisiones de Estado, las tareas escolares, ver fútbol y cocinar hígado con puré, así vive la maternidad Faride Raful.
Santo Domingo.- Para el público, Faride Raful es la ministra de Interior y Policía, una destacada dirigente política y legisladora de voz firme. Pero para ella, su rol más importante es ser la madre de Gastón.
Faride no solo es una de las figuras políticas más visibles del país. A sus 45 años, ha sido diputada, senadora y hoy dirige el Ministerio de Interior y Policía, uno de los organismos más complejos y sensibles del Estado dominicano.
Sin embargo, fuera de las cámaras y los pasillos del poder, hay un espacio que resguarda con entrega y ternura: su vida como madre.
Con un brillo único en los ojos, contó a El Día cómo aquel 21 de marzo, hace 13 años le cambió la vida.

Ser madre mientras se dirige un ministerio que enfrenta temas tan duros como la seguridad ciudadana, el control de armas, los conflictos sociales o la migración no es fácil. Y Faride no lo disfraza: “Es muy difícil”, admite.
“Pero después que una mujer es madre, aprende a establecer prioridades. Yo saco tiempo para estar con mi hijo. No se trata solo de estar, sino de estar de verdad: con atención, con presencia, con amor”.
«Estamos creciendo juntos»
En la forma en que Faride habla de su hijo hay algo más que afecto, hay complicidad, admiración, incluso sorpresa.

“Nosotros estamos creciendo juntos. Él está en su preadolescencia y yo en mi propia etapa de evolución como madre. Nos escuchamos, conversamos mucho. Yo quiero formar un ser humano íntegro, justo, solidario, que le haga bien al mundo. Ese es mi propósito más importante en esta vida”.
El rostro firme que vemos cada lunes en las ruedas de prensa de la Mesa de Seguridad Ciudadana cambia completamente cuando habla de Gastón. Se ilumina. Se ríe. Se enternece.
La ministra que sigue el fútbol y los Funko Pop
Una de las formas en que Faride conecta con su hijo es compartiendo sus pasiones.
“Sé todo de los Avengers. Juego fútbol, veo todos los partidos con él. Somos del Real Madrid, aunque sufrimos con las derrotas. También coleccionamos Funko Pop, fuimos mil veces al zoológico, y él me ha enseñado a amar a los animales. En el acuario, se lo sabe todo”.
A pesar de sus múltiples responsabilidades, Faride intenta mantener ciertas rutinas.
“Siempre que puedo, comemos juntos. Así me entero de cómo le fue en el colegio. Hablamos de todo. Y aunque él dice que soy muy estricta, yo me considero una mamá divertida”.
Lactancia exclusiva, sustos y rutina
Como muchas madres, Faride acumula anécdotas que parecen pequeñas, pero marcan una época.
“Cuando era bebé, lo lacté seis meses. No quise que usara biberón para evitar que desarrollara intolerancia a la lactosa. Yo misma le cocinaba: hígado con puré de papa y zanahoria. Una vez le di tanta auyama y lechosa que se puso amarillo».
Entre risas dijo que pensó que tenía un problema hepático, pero el médico se rió y me preguntó qué estaba comiendo, ahí estaba la respuesta.

«Me pasó lo mismo hace poco con la pitahaya: hizo pipí rojo, nos asustamos los dos… y era solo el exceso de fruta”.
La crianza ha sido un camino lleno de sacrificios y logística emocional. “Puse a Gastón en fútbol a los dos años y medio, y en natación también».
Recuerda que salía “corriendo” de la Cámara de Diputados, lo recogía, lo llevaba a clases, volvía al trabajo o a la casa.
“Haciendo malabares. Como muchas madres, uno siempre siente culpa de no estar dando todo lo que quisiera dar”.
Sin embargo, no se permite dudar de su entrega. “Soy madre a tiempo completo. Amo a mi hijo. Me encanta abrazarlo, dormir con él. Aunque ya está en la edad en que trata de escabullirse, yo también me escabullo en su cama para dormir abrazada con él, sobre todo cuando llego tarde del trabajo”.
Una maternidad visible y real
En una sociedad que todavía arrastra estereotipos sobre el rol de las mujeres y, en especial, de las madres que trabajan en política, Faride Raful representa una maternidad visible, real, imperfecta, pero profundamente amorosa.
No idealiza la experiencia ni presume perfección. Habla desde la trinchera cotidiana de tantas mujeres que crían y trabajan, que cocinan y legislan, que consuelan mientras dirigen, que se cansan y siguen.
“Para mí, ser madre es el rol más importante que tengo. Todo lo demás lo político, lo institucional, lo profesional viene después”, afirma sin rodeos.
Faride entre informes de seguridad, declaraciones ante la prensa, reuniones con altos mandos puede cenar en casa preguntando cómo le fue en Matemáticas, como una madre que se reconoce en cada gesto de su hijo.
Una mujer que, por encima del cargo, sabe que su legado más trascendente se mide en abrazos, en risas compartidas, y en la nobleza que pueda sembrar en el corazón de ese niño que, como ella dice, “va bien encaminadito”.
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