SANTO DOMINGO.-Duelen mucho las noticias de depresión y suicidio que suceden con frecuencia en todas las edades y nos impactan directa o indirectamente.
Son historias de vida interrumpidas en jóvenes y adolescentes, o padres que ya no estarán para sus hijos.
“Nos cuesta entender. Buscamos explicaciones en la sociedad, la carencia de políticas públicas integrales y efectivas, o los problemas psicosociales de los cuales realmente no tenemos control. Y muchas veces, la raíz o posibilidad de cambiar este desenlace a tiempo está en la propia casa”, explica la psiquiatra y terapeuta familiar sistémica Patricia Reyna.
La profesional dice que, sin embargo, es válido comprender y aceptar que la familia no es perfecta, pero es un ente decisivo como elemento protector frente a los desafíos que enfrentamos como generación.
Cita estudios recientes en América Latina, que coinciden en lo que ve cada día en la práctica clínica: los hogares donde hay comunicación, afecto y escucha activa, protegen la vida de sus miembros y no se trata de ser perfectos ni tener una familia perfecta, sino de ser capaces de estar disponibles y dispuestos para ofrecer sentido a las cosas y acompañamiento real.
La terapeuta que tiene su consulta en el Centro Vida y Familia afirma que con coexistir bajo un mismo techo, o vínculo familiar, no basta.
Es decir, podemos tener familia, y cada uno vivir separado en su propio mundo personal… lo que evidencia que la conexión y la presencia intencional es lo que se vuelve el elemento clave para ser una familia protectora, y dar sentido a la vida resiliente.
Si el diálogo se rompe
“Cuando el diálogo se rompe o el dolor se silencia, cuando la crítica constante sustituye la comprensión o empatía, las señales de alarma pueden pasar inadvertidas”, dijo.
Expresa que un adolescente aislado, padres cansados “de todo”, la pérdida del interés por lo que antes disfrutaban, incluso el cambio persistente de estar “trancado en tecnología” para no socializar como habitualmente lo hacía, no debe verse como rebeldía o falta de voluntad. A veces, esos cambios observables, son formas en que el cuerpo y el alma dicen “ya no puedo más” sin saber cómo expresarlo adecuadamente.
“Nos hacen falta más conversaciones con significado, sobremesas sin tecnología y cargadas de temas incómodos y escuchas sin correcciones inmediatas. O, simplemente, preguntar sin miedo “¿cómo te has sentido últimamente?”.
Generar espacios para compartir, y crear momentos con los hijos a la hora de ir a dormir. Dar más abrazos sin decir nada. Estos pequeños gestos, aparentemente simples, son herramientas de alta contención emocional que brindan seguridad y cercanía, siendo refugio protector para una intervención precoz y oportuna”.
“Cuando nos sentimos conectados emocionalmente con la familia, presentamos un menor riesgo de depresión e ideas suicidas.
En los casos de adolescentes y jóvenes, estudios regionales nos hablan de que uno de cada cinco ha pensado en autolesionarse, pero cuando sienten que en su hogar los escuchan, esa probabilidad disminuye drásticamente”, apuntó la experta.
Recomendación
— Identifica barreras
La experta orienta que comiences a identificar las barreras que dificultan en tu hogar estos espacios de contención. Reconoce lo que te cuesta, y busca ayuda con profesionales para generar resiliencia, bienestar y salud emocional.
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Erika Rodríguez
Periodista, ganadora del Premio Nacional de Periodismo Turístico Epifanio Lantigua en la categoría Gastronomía y Turismo.