Cada cierto tiempo sale a la luz pública un caso de estafa a través de mecanismos financieros fraudulentos, en el que la cantidad de víctimas se cuentan por decenas.
En el conocido caso de la “Familia Rosario” la cuenta es por cientos.
La facilidad con que mucha gente resulta estafada por sistemas piramidales o promesas de alta rentabilidad con negocios extraños habla mucho de la falta de educación financiera.
Las autoridades y los medios periodísticos han sido insistentes en alertar sobre esas prácticas y divulgar los casos de estafas, pero como quiera mucha gente vuelve y cae en las manos de los estafadores.
En muchos de esos casos a la justicia se le hace difícil actuar o castigar a los responsables porque caminan sobre grises legales, pero en materia financiera hasta el sentido común da las alertas.
Cualquier persona con educación financiera sabe el gran riesgo de perder su dinero cuando se lo entrega a alguien que no está regulado y que carece de autorización por parte de las autoridades para captar dinero del público.
Pero también cualquier persona con sentido común deduce que cuando te ofrecen cambiarte un lingote de oro por otro lingote, pero de plata, en algún punto hay un engaño.
Tristemente con frecuencia el estafado, antes de que se desvele la estafa, suele hasta despotricar contra quien le da la voz de alerta. Resulta hasta anecdótico cómo mucha gente que estaba siendo timada por un abogado hicieron hasta campaña de descrédito contra aquellos que le daban la voz de alerta.
Pero bien, estos casos solo demuestran que hace falta mucha educación financiera.