Si bien sería un suicidio del sector empresarial ponerle excesivo asunto a casandras políticos partidistas que denuncian una inminente catástrofe por la creciente deuda externa e interna del Estado, también es muy cierto que sólo el empresariado posee suficiente buen criterio y músculo para ayudara a reorientar la política gubernamental.
Los piropos desde el exterior, como el reciente del Adam Smith Center for Economic Freedom de la Florida International University resaltando que somos el país más estable, confiable y atractivo para invertir en América Latina, no borran el sentimiento popular interno de que el Gobierno debe dinamizar la economía.
Entre el liderazgo empresarial, discreto por conveniencia o en el caso del CONEP por lealtad filial, existe una preocupación latente por los evidentes y espectaculares cambios de vida de dirigentes políticos a quienes seguramente les sobrevendrán carreritas judiciales tras 2028.
Quizás es un peligro mayor y de peores consecuencias un fatal agotamiento del actual modelo partidista, incapaz de auto regularse, controlar y castigar la corrupción (dineraria y/o por ineficacia en cada cargo) o estimular el verdadero potencial de la economía.
Pero mientras tanto, el cuco del colapso económico por efecto del aumento de la relación deuda/PIB por sí solo debe morir aplastado por la racionalidad.
Existe actualmente más capacidad de endeudamiento y mercados ávidos de bonos dominicanos, pero es inmoralmente criminal seguir dedicando esos recursos a pagar intereses, subsidios o financiar ineptitudes, aun esté previsto que de aquí al 2030 el continuado crecimiento reduzca la relación deuda/PIB a mucho menos de 20 %.
Como dijo un ilustre inglés, gobernar es un asunto muy serio para dejarlo sólo a los políticos…