He insistido en que el Gobierno debe hacer más caso a los planteamientos de centros de pensamiento como el CREES y la Fundación de Andy con respecto a la necesidad de reorientar el gasto público para reducir subsidios, incentivar al sector privado a crear más empleos y recortar la nómina estatal.
Sin embargo, la oposición política se monta en estos y otros planteamientos de economistas locales para ofrecer augurios terribles acerca de la creciente deuda pública con respecto al PIB.
Es muy cierto que el endeudamiento externo e interno del Estado se ha disparado desde la pandemia y que ha servido mayormente para el pago de intereses y financiar gastos corrientes en vez de inversiones de capital.
Sí, es malo eso… Pero es una afirmación muy discutible que la estabilidad del país esté en riesgo inminente por esta situación. La relación deuda/PIB fue de 46.2 % en 2024 y se prevé que para fines de 2025 sólo aumente 0.3 puntos porcentuales. La relación de la deuda del sector público no financiero con el PIB a septiembre pasado era de 47 %. Su promedio de 1970 a 2024 ha sido 32.5 % con un pico de casi 84 % en 1990 y un nadir de 13.1 % en 1975, ambos extremos gracias a Balaguer en circunstancias muy diferentes.
El contexto de la relación deuda/PIB es que en el último medio siglo nuestro país ha sido un líder en estabilidad y crecimiento en América Latina.
El porcentaje deuda/PIB de 46 % de 2024 es apenas la mitad del promedio del Caribe (excluyendo Haití), que supera el 91% desde 2020, según el FMI. Los cantos de sirena pueden causar catástrofes cuando por temores infundados o motivo político-partidistas se erosiona la confianza.