Para los grandes capos de la droga está resultando un gran negocio que los extraditen a Estados Unidos, pues eso les está permitiendo librarse de grandes condenas y garantizan retener buena parte de su fortuna con la ventaja de que sale blanqueada.
Además, retornan al país con suficiente fuerza para seguir delinquiendo.
Ha pasado con todos los cabezas de bandas de narcotraficantes que han sido extraditados a Estados Unidos.
Esa esperanza tiene el último de los resonados capos detenidos, César Emilio de los Santos, con mucha posibilidad de que salga airoso en sus pretensiones.
Con el agravante de que lo hacen a cambio de ofrecer informaciones a las autoridades de Estados Unidos sobre sus socios en el crimen organizado, pero sin que esas informaciones sean puestas al servicio para atacar las estructuras de complicidad en República Dominicana. Por lo tanto, ya la extradición ha dejado de ser un arma que aterrorice a los narcotraficantes, sino un premio y garantía de una “tajada de impunidad”.
Nos enfrentamos al caso Falcón, que según la solicitud de medida de coerción movió droga como muchos de los legendarios jefe de los carteles colombiano de las drogas.
Sin dudas, se movieron con mucha complicidad en diferentes esferas sociales.
Los cabezas de esa estructura no son de personas de renombre, pero supieron penetrar en la clase política, comercial, empresarial, militar y financiera de manera efectiva.
La extradición no puede convertirse en un instrumento para tapar todo el crimen colateral y crear capas de impunidad.
En lo adelante, la cooperación con Estados Unidos debe ser transparente y en doble dirección para que la extradición deje de ser un premio para los grandes capos dominicanos.