En las últimas dos décadas la madre patria se convirtió en el sitio de emigración predilecto para millones de europeos, latinoamericanos, asiáticos y africanos; que vieron en España la vía para sacar hacia delante su familia, en un ambiente de seguridad jurídica, donde el estado de bienestar se gozaba en todos los ámbitos, principalmente en educación y salud.
Toda esta buena imagen se vino abajo desde la crisis de 2008, ante el descalabro del sector construcción que había servido de sostén financiero para la economía ibérica. Para que tengamos una idea, desde el inicio de la crisis más de dos millones de personas han salido de España: 90% son extranjeros y 10% son españoles, esto significa que la otrora tierra de oportunidades se ha esfumado para ese 90% de extranjeros que residían en España, bajo la sombra de la burbuja inmobiliaria.
Y para el 10% de nacionales ibéricos, en vez de escapar de los remanentes de la guerra civil y el franquismo como ocurría el siglo pasado, escapan de la incapacidad de encontrar un futuro próspero, privándolos de un empleo digno dejándoles como única opción irse a playas extranjeras en busca de una mejor vida para ellos y sus familiares.
Entre los destinos favoritos de los nuevos emigrantes esta Alemania, Reino Unido, Francia, Estados Unidos o Ecuador. Incluso hay países donde se les da oficialmente la bienvenida como en el caso de Alemania. Mientras otros tantos, tienen miedo de esta mano de obra golondrina, mucha de la cual a cualquier leve recuperación de su economía de origen vuela hacia ella.
Lamentablemente esta crisis ha sido más profunda ante la imposibilidad de España de hacer una devaluación de su divisa, lo que ayudaría a impulsar sus exportaciones. España debe aterrizar los actuales objetivos de déficit acordados con la Unión Europea, es necesario retrasar el acordado 3% para el 2016 en vez de 2014, dándole un poco de respiro financiero para tratar de reanimar la economía. Porque como se ha aprendido en esta crisis, la austeridad por sí sola no soluciona el problema, más bien lo agrava.
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