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“Éxito con Propósito”: Exhortación de José P. Monegro a Graduandos de la Universidad Católica Santo Domingo

Santo Domingo.- El director del periódico EL DÍA, José P. Monegro, pronunció el discurso central durante la 98.ª Graduación Ordinaria de la Universidad Católica Santo Domingo (UCSD), realizada el 2 de diciembre de 2025 en el Auditorio Amancio Escapa de la Casa San Pablo.

En sus palabras, Monegro compartió con los nuevos profesionales una reflexión profunda sobre la gratitud, la ética, la vocación de servicio y los desafíos de ejercer en un mundo marcado por la desinformación, los cambios tecnológicos y la necesidad de liderazgo moral.

A continuación, presentamos el discurso íntegro, pronunciado por el periodista Monegro ante los 800 graduando, autoridades universitarias e invitados especiales:

Siendo un muchacho de Cristo Rey pude ingresar a la Universidad Católica Santo Domingo gracias a la bonomía de dos sacerdotes que hoy quiero recordar con cariño y admiración. Me refiero a los padres Ramón Alonso y Milton Ruiz.

Recuerdo como si fuera hoy, cuando en una de las aulas del edificio Inmacula el padre Alonso impartía la materia de Ética, una frase que he acuñado como propia: “Hacer el bien es un privilegio que hay que ganarse con mucho esfuerzo porque quien más gana es el que lo hace”.

Esa expresión la acompaño con una cita bíblica que adorna el escudo episcopal del obispo emérito de La Vega, monseñor Antonio Camilo, otro de mis mentores: “Vencer el mal con la fuerza del bien”.

Ser agradecido y tener vocación de servicio son dos valores que aprendí en mi entorno familiar y con mis amigos de infancia en Cristo Rey, pero que en las aulas de esta universidad se convirtieron en principios profesionales que han guiado mi carrera como periodista.

Graduarse no es un acto individual.
Si miran a su alrededor verán cerca de ustedes muchos rostros cansados y felices: padres, madres, abuelos, hermanos, esposos, hijos y amigos. Son personas que los empujaron cuando les faltaban fuerzas, que creyeron en ustedes incluso cuando ustedes no creían en sí mismos.

A esas personas le deben gratitud y ante ellos tienen el compromiso de ser profesionales con vocación de servicio.Porque este logro lleva sus nombres también.

El sentido cristiano del éxito

Vivimos en una época en que el éxito parece medirse en cifras. Quienes nos auscultan como profesionales suelen partir de preguntas tales como cuánto ganas, cuántos te siguen, cuántos te aplauden, qué tan alto llegas y cosas como esas.

Pero la UCSD, esta casa de formación para la vida, enseña algo distinto. Aquí no solo nos enseñaron a hacer, sino a ser. Aquí aprendimos que el éxito cristiano tiene otra textura, otro color, otra profundidad.

Aprendimos a hacer “Al andar”.

Aprendimos a que mientras el mundo nos dice “Sé importante”, Cristo nos susurra “Sé útil”.

Para un profesional cristiano más que escalar, lo trascendente es servir.

Esta universidad nos ha preparado, más que para brillar, para iluminar.

Porque un profesional puede llegar alto, pero si lo hizo perdiendo su alma, traicionando sus valores, quebrando su integridad, ese aparente éxito es solo humo que se lleva el viento.

En cambio, aquellos que caminan con coherencia, que hacen el bien hasta cuando nadie mira, que sirven con humildad, que trabajan con compasión, dejan huellas que nunca se borran.

La verdadera misión de un egresado de esta universidad no es ser exitoso a cualquier precio; sino ser exitoso con un propósito humanístico.

Hoy ustedes salen a un país, y a un mundo, que vive en medio del ruido.

Ruido informativo, ruido político, ruido social, ruido moral.

Vivimos tiempos en que la verdad se relativiza, la mentira se normaliza y la maldad se justifica con facilidad.

Hay ruido en las redes sociales, ruido en los debates públicos, ruido en la lógica del “todo vale”.

La mentira y la manipulación nos ensordecen de tal manera que con frecuencia se hace difícil escuchar la verdad, lo correcto.

Hoy parece imponerse la desinformación y la información errónea, que alimentan narrativas tóxicas y discursos de odio.

Este fenómeno está erosionando la calidad del debate público, dificultando la gobernanza y convirtiéndose en una seria amenaza para una democracia de calidad.

En medio de ese ruido, la tentación del atajo aparece como algo seductor.

Pero los atajos siempre terminan cobrándole un precio a la dignidad.

República Dominicana necesita profesionales íntegros.

Necesita médicos que no vean a un paciente como un cliente, sino como un ser humano sagrado.

Necesita abogados que no confundan astucia con justicia.

Necesita ingenieros que entiendan que una obra segura vale más que cualquier presupuesto.

Necesita periodistas que sepan que la palabra es un acto moral.

Necesita maestros que eduquen para la vida y no solo para aprobar exámenes.

Necesita servidores públicos que trabajen por la búsqueda del bien común.

Quien conserva su ética, hoy, en estos tiempos, tiene un superpoder.

Pero, se lo aseguro, nuestro país está repleto de profesionales con superpoderes.

Han sido ellos los responsables de construir este país que hoy es reconocido a nivel internacional como una nación resiliente, un destino preferente para la inversión extranjera, una democracia modélica en América Latina.

Así como nos enorgullecemos de eso, también tenemos motivos para preocuparnos por la creciente deshumanización y el auge del individualismo.

Por eso me tomo la libertad de decirle que la República Dominicana necesita profesionales que sean buenas personas.

En este escenario, una graduación de una Universidad Católica, quisiera recalcar que “se puede ser buena persona sin ser cristiano. Lo que no es posibe es ser cristiano sin ser buena persona.

Lo adapto a este ambiente académico: No puede ser un profesional plenamente exitoso sin ser buena persona, pues los lauros que pudiera obtener no generarán felicidad verdadera.

La fe como brújula del profesional

Ustedes salieron de una universidad fundada para orientar la formación profesional a partir de valores tales como la dignidad humana, la justicia, la solidaridad, el servicio, la misericordia y el respeto profundo por el otro.

Esos valores no son frases bonitas.

Son herramientas para tomar decisiones cuando todo se complica.

Son puntos cardinales en medio de tormentas.

Cuando enfrenten un dilema ético pregúntense:

“¿Qué decisión honra la dignidad humana?”
“¿Qué decisión protege al más débil?”
“¿Qué decisión sirve al bien común?”

Allí encontrarán la dirección correcta.

La fe no siempre simplifica el camino, pero sí ilumina la ruta.

Ustedes se gradúan en un país lleno de desafíos tales como la violencia, desigualdad, polarización, crisis de confianza. Vivimos en una sociedad capaz de creer cualquier cosa y a la misma vez dudar de todo.

Pero también se gradúan en un país lleno de oportunidades tales como una economía vibrante, una sociedad joven, una cultura fuerte, un espíritu emprendedor, una fe que sostiene.

Cada generación tiene su reto.

A mi generación le tocó conducir una transición económica y democrática, pero también le tocó vivir un cambio epocal al pasar de lo análogo a lo digital y ahora nos toca aprender a vivir con una inteligencia artificial que nos ha cambiado todo el escenario.

Me gusta repetir que mi generación tiene el problema de que, cuando ya tiene las respuestas, le cambian las preguntas.

Comenzamos escribiendo en maquinillas cuyo golpeteo marcaba el ritmo de la redacción del periódico; luego dimos el salto a las primeras computadoras personales y a los diskettes flexibles que apenas guardaban unos cuantos textos. Pasamos a las laptops, al internet de conexión telefónica, ese dial-up que sonaba como un grillo de madrugada, y de repente nos vimos navegando en la autopista digital del banda ancha.

Vivimos la transición de la fotografía revelada al periodismo digital, de los archivos físicos a la nube, del primer 2G al 5G que hoy conecta millones de dispositivos y que nos hace hablar del “internet de las cosas”.

Y ahora, cuando ya creíamos haberlo visto todo, que nos convertíamos en expertos del facebook, instegram, twitter o tick tock, nos encontramos frente a una nueva frontera: la inteligencia artificial, que no solo acelera procesos, sino que transforma la manera misma de investigar, escribir, crear y comunicar.

A la generación de ustedes le correspode que las nuevas tecnologías se pongan al ser servicio del bien común, les toca innovar y servir, les toca humanizar la inteligencia artificial.

Este país necesita sus talentos, sí.

Pero sobre todo necesita su conciencia.

La vida adulta trae incertidumbres, responsabilidades, decisiones difíciles.

Pero quiero decirles algo que aprendí en esta Universidad y en la vida:

El miedo se vence “Al Andar”.
La fe se fortalece sirviendo.
Y el futuro se construye trabajando.

No esperen a tenerlo todo claro para empezar.

Empiecen, y en el camino Dios irá abriendo puertas.

Aférrense a sus sueños, pero poniendo los pie sobre la tierra.

Me tomo la libertad de darles un consejo: nunca dejen de estudiar. El conocimiento, en la época que a ustedes les toca vivir, evoluciona continuamente y quedarse desactualizado puede ocurrir en un simple abrir y cerrar de ojos.

La UCSD les dio una formación profesional y humanística de primer nivel.

Ahora ustedes deben convertirla en misión y hacer que la sociedad así lo perciba.

De mi profesión, el periodismo, les diré con gra satisfacción, lo que en una ocasión dijo Gabriel García Marquez: “es la más bella de las profesiones”.

Estoy seguro que cada uno de ustedes siente lo mismo por la carrera en la que hoy se gradúan, aunque en momentos de angustia, que llegarán, piensen de forma momentánea: ¿Para qué me metí en esto?

Disfruten lo que hagan. Esfuercense por ser los mejores profesionales en sus áreas y eso se construye trabajando con tesón, inteligencia y humildad cada día.

Que la obsesión por el éxito material no los aleje de la felicidad verdadera.

Y quiero que mañana recuerden que el éxito sin ética es fracaso vivencial, que la profesión sin servicio es vacío existencial, que el talento sin compasión es peligro y que la vida sin Dios es desorientación.

Y que esta promoción sea recordada como una generación que cambió al país, no solo por lo que logró, sino por lo que dio.

¡Felicidades, graduandos!
¡Lo lograron!

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