Por Elías Ruíz Matuk
La vertiginosidad con que se conocen las informaciones hoy en día no dejan dudas de la rapidez en que las mismas llegan desde cualquier parte del mundo, nos convierten en lo que ya hace más de 60 años predijo Marshall Macluhan de que el mundo se convertiría en una aldea global ante la presencia de los dispositivos electrónicos. En aquella ocasión solo existían el teléfono, la radio y la televisión.
Ahora con el internet y la digitalización obligatoria de los medios de comunicación y las redes sociales convierten al mundo en receptores de información sin filtros morales, ni prudencia, ni nada que se le parezca, llegando a nuestras pantallas de los celulares o cualquier otro dispositivo, crudas realidades tomadas por los ahora llamados “periodistas ciudadanos” que parecen exacerbarse aún más cuando las imágenes son mucho mas brutales y severas.
El bombardeo proviene de todas partes y los ciudadanos del universo no deparan en tomar con sus cámaras de los celulares las mas inauditas imágenes que corren a la velocidad de la luz desde todos los ángulos.
La gente no depara ni siquiera en cuidar siquiera su propia seguridad para tomar las vistas por la insensibilidad con que nos hemos caracterizado, tal vez, sin darnos cuenta por la rapidez en la que andamos.
Por eso, llegan a nuestras pantallas imágenes de un asesinato perpetrado por sicarios en una playa de Colombia, un alud de un glaciar en Italia, disparos a mansalva a un ciudadano por agentes policiales norteamericanos y otros que corren despavoridos ante el ataque inesperado de un jovencito de que irrumpió en un desfile del Día de la Independencia Norteamericana en Chicago.
Pero también la imagen más insólita de un cocodrilo que se acababa de engullir un niño en un río de Santo Domingo Norte, bajo la advertencia del interlocutor, que tengan cuidado que andan cocodrilos comiendo niños en esas inmediaciones.
¡Caramba! ¡En qué es que nos hemos convertido!
Como periodistas formados en las redacciones de los medios de comunicación de masas, nuestros maestros nos hacían la salvedad de que teníamos que respetar a las personas, tanto de las que fuentes de información como de los receptores de la misma, para salvaguardar precisamente su integridad.
Pero esos “periodistas ciudadanos” no solo descuidan esa parte íntegra del ser humano, sino que parecen exacerbarse en la fascinación por el acometido de las tomas de las imágenes, mientras mas reales y violentas, lo que parece satisfacerles aún más, el morbo.
A nuestro juicio esto ha creado una clara percepción de que hemos perdido nuestra capacidad de asombro y ya nada nos parece malo ni bueno, cual si se tratase del culto a lo feo, a lo desastroso, a la malignidad. Somos mucho más insensibles.
Lo que sí está claro es que, a medida de que vemos estas imágenes sin reparo, la humanidad viaja hacia un mundo mas violento y menos solidario.
¡Hay que parar!