Nuestra ubicación geográfica en el centro del Caribe Insular nos da uno de los mejores climas del planeta. La condición atmosférica de manera regular es la principal fortaleza que poseemos como potencia turística en la región y a la vez podría decirse que, en momentos de fenómenos meteorológicos, esta ubicación es a la vez una debilidad.
Aquellos que hemos tenido la oportunidad de visitar una buena cantidad de islas con las que compartimos las Antillas, pudimos darnos cuenta de que la infraestructura dominicana es superior en comparación con las demás. Obviamente nuestro territorio, al ser más amplio, nos da más ventajas de resistencia a los vientos.
Sin embargo, aún tenemos zonas vulnerables habitadas por decenas de miles de personas que no corren igual suerte que aquellas que, por sus mayores ingresos económicos, están mejor resguardados, poseyendo capacidad de solidez y resistencia ante los embates e inclemencias del tiempo.
He aquí el tema que nos ocupa hoy. Primero debemos consentir que la capacidad de predicción de mal tiempo es una ciencia cada vez más exacta y/o precisa. Ya es costumbre que los ciudadanos accedamos a aplicaciones tecnológicas antes de salir de casa y así poder salir preparados.
Una vez de acuerdo en esto, procedemos a continuar con la opinión y la pregunta obligada: ¿por qué se ahoga la ciudad?
Haciendo acto de justicia hay que expresar que la presente gestión que dirige el gobierno de la ciudad viene desde el año pasado llevando a cabo un plan de poda de árboles y limpieza de imbornales en puntos críticos. La Alcaldía posee un mapeo exacto de estos puntos desde hace años, por tanto, no es un secreto saber por dónde empezar en momentos de precipitaciones de aguaceros. No debemos olvidar que el crecimiento desordenado y sin planificación alguna en los últimos 30 años de la ciudad capital es el principal dolor de cabeza de los que aquí vivimos.
No es justo cargarle a la actual gestión la acumulación de años de desidia e incapacidades, lo que sí es justo es exigir el inicio de un plan real, serio y contundente de intervención para seguir evitando que nos traume un temporal de agua, sabiendo que eternamente viviremos con eso.
Debe involucrarse el Gobierno Central, pues estas intervenciones estructurales son de alto costo, cosa que con los magros recursos del Ayuntamiento Primado de América es inimaginable implementarlo.
Salir a destapar imbornales es misión también del gobierno local, cosa que hacen, pero es imposible en momentos de crisis con los que estamos viviendo en los últimos días, resolverlos todos a la vez.
Los desechos sólidos juegan un papel determinante en la ecuación que genera este problema de inundación, pues los “ciudadanos” irresponsables, por no decirles de otra forma, acostumbran a tirarlos en las vías públicas con el fin de que el agua se los lleve, creando un mal absolutamente dramático que cuesta millones de pesos y hasta pérdidas de vidas humanas.
El ordenamiento y planificación del territorio NO espera más, la aplicación sancionadora de la Ley 225-20 sobre Residuos, tampoco; la prevención es la clave para mitigar los efectos atmosféricos en que estamos condenados a vivir por siempre.
*Por Víctor Féliz Solano