Pensar que las personas debemos aceptarnos “porque sí” es pensar que también nosotros tenemos que devolver el favor sin derecho a corrección o sin exigir el ticket de cambio del paquete de regalo.
Y realmente las cosas, en las relaciones, personales o profesionales, nunca son tan simples ni tampoco deberían ser tan complejas.
Lo ideal sería asumir que los cambios, transformaciones y mejoras son parte esencial de la vida y el deseo de ser “una mejor versión”, en especial con el paso de los años, debe correr siempre por la sangre del ser humano.
Conformarse no es una opción; superarse es el estilo que debemos tener como regla de vida.
Es común escuchar “soy así y así tienen que aceptarme”, cual frase lapidaria para dejar claro que no se tiene la menor intención de cambiar y que los demás lo aceptan o lo dejan.
No tengo que ser una erudita para afirmar que, sin importar el tipo de relación que tengamos, debemos aprender a negociar, ceder y entender.
Por lo general, las personas intransigentes, egocéntricas y poco flexibles terminan navegando solos, en sus lujosos yates, pero en soledad o acompañados del efímero interés que llega por la conveniencia o la oportunidad.
Los procesos de cambios, vistos desde el punto de vista psicológico, son una evolución natural y necesaria de cada ser humano.
Es decir, que debemos adaptarnos según la situación o el contexto, pero sobre todo, tenemos la oportunidad de ser mejor de lo que fuimos ayer con la sola intención de evaluarnos y descartar las conductas que, más que bien, nos hacen daño.
En síntesis, cometer errores está permitido, pero si no aprendemos nada de ellos o de las personas que nos rodean, no sirve para nada.