Los que vivimos en las Américas, nos acostumbramos en tiempos de crisis sociales, políticas o económicas, levantar la mirada hacia el llamado Viejo continente, en procura de ejemplos o pautas que nos ayudaran a salir de las circunstancias negativas que nos condujeron hacia esos callejones repletos de dificultades.

Pero resulta que hoy en día, cuando el fascismo sacude a Venezuela, la corrupción a Brasil, o el narcotráfico a México, ya no vale mirar hacia el horizonte del este.

Francia, cuna de las libertades civiles, es hoy sacudida por las turbulencias laborables, bajo la dirección de un presidente Hollande que procura vencer su impopularidad buscando vías para reencender la economía francesa. Inglaterra, donde la civilitud ciudadana brilla por encima de los demás, se encuentra frente a unas elecciones el próximo 23 de junio para determinar su permanencia o no en la Unión Europea, el Brexit, decisión que tendrá inconmensurables consecuencias sociales.

Italia, fecunda tierra del arte, hoy se ve al borde del abismo económico, al estilo Grecia, amenazada de nuevo por la insolvencia de sus bancos y el cúmulo de deudas que no puede cubrir.

España, nuestra llamada madre patria, que a cruz y fuego se impuso en las Américas a cambio de sus riquezas, se enfrenta el próximo 26 a nuevas elecciones, procurando superar la crisis de ingobernabilidad política a consecuencia de la falta de una mayoría política en las pasadas elecciones de diciembre.

Suecia, paraíso del exiliado por sus bondades civiles y económicas para con los refugiados políticos, y que en los últimos meses ha recibido casi 170 mil refugiados del Medio Oriente, hoy recorta sus ayudas y se une al coro europeo que propugna por el cierre de sus fronteras visto la incapacidad o renuencia a recibir más refugiados.

América, con todos sus problemas, hoy representa en muchos casos mejores ejemplos de civilidad y conducta que el Viejo continente.