Revelaciones de psiquiatras y psicólogos han puesto las alertas acerca del alto nivel de estrés que afecta a la sociedad dominicana, motivado, fundamentalmente, por las derivaciones de la crisis sanitaria que ha provocado el coronavirus Covid-19.
El encierro hogareño, la pérdida de cientos de miles de empleos, el uso obligatorio de mascarillas en determinados lugares y el toque de queda, entre otras restricciones a la normal cotidianidad, han sido factores desencadenantes de situaciones estresantes que han llevado a muchas personas a las consultas médicas especializadas.
Y a todo eso se suma la confrontación entre el oficialista Partido Revolucionario Moderno (PRM) y la oposición política, encarnada en el de la Liberación Dominicana (PLD), que va dejando a la sociedad sin interlocutores válidos para solucionar eventuales escenarios de dificultad nacional.
Incluso para los más optimistas, el año 2021 comenzará lleno de incertidumbre, especialmente en las crudas realidades de aquellos segmentos poblacionales que, a partir del próximo mes, verán limitada la ayuda gubernamental expresada a través de subsidios sociales. El panorama no descarta nada, ni siquiera protestas generalizadas en todo el país.
En estos tiempos, los médicos ponen mayor atención al estrés como factor catalizador de enfermedades de consideración: la obesidad, la diabetes, la hipertensión arterial y patologías gastrointestinales.Lo anterior resulta comprensible porque el estrés impacta en las emociones y los pensamientos, colocando el cuerpo humano en estado de vulnerabilidad inmunológica.
No pocos se preguntan del por qué desde la esfera gubernamental se ha creado un ambiente propicio para la confrontación política con el PLD, mediante narrativas que condujeron a la imposición de los nuevos miembros de la Junta Central Electoral (JCE), la asignación a la Fuerza del Pueblo del segundo representante del Senado de la República para el Consejo Nacional de la Magistratura e iniciar la lucha anticorrupción encarcelando a dos hermanos del expresidente Danilo Medina.
Quizá eso se pueda ubicar en el contexto de que, históricamente se ha afirmado que el comportamiento humano es terrible. De hecho, resulta muy conocida la frase del dramaturgo romano Publio Terencio, señalando, “soy hombre, nada humano me es ajeno”
A los que aman la confrontación, hasta por razones de salud, hay que razonarles la necesidad de que se alejen de entornos estresantes a su alrededor; recurriendo a la bondad como camino liberador.
Les vendría bien extrañarse de sus pensamientos de “tebaida lírica” que llevan dentro. No deben seguir irradiando toxicidad, como el fragmento de esa obra del fallecido Joaquín Balaguer: “…Odio a los que en plazas y corrillos me combatieron; odio a los poetas afeminados que envidian la virilidad de mi arte; odio al que escondió en el bouquet de rosas de un elogio una mal disimulada flor de envidia; odio a los consagrados que no han querido tenderle la mano al jovenzuelo imberbe que los abruma con su orgullo, y odio, finalmente, todos los Pachecos que, no atreviéndose a combatirme con la pluma, se encogieron de hombros cuando vieron al mozuelo audaz cruzar tras apolínea caravana…”.
En la actual coyuntura que vive la República Dominicana, ni siquiera el Consejo Económico y Social, una figura con rango constitucional, se vislumbra de vía expedida para el abordaje de los grandes temas nacionales.
El estrés de la sociedad y la confrontación política se han constituido en dos cuestiones importantes que, por lo pronto, dificultan la necesaria cohesión nacional en una situación de pandemia y que amerita de la existencia de interlocutores válidos.