Dar un consejo es una gran responsabilidad. El que una persone confíe en tu criterio para tomar una decisión no es algo que se deba tomar a la ligera.
Y me refiero, claro está, cuando te lo solicitan, no cuando lo das gratuitamente (este es otro tema).
Cuando una persona está insegura sobre algo, necesita un respaldo pensado, analizado y con una argumentación clara y sincera.
Hay veces que ese consejo no es el que quiere oír, ahí se torna complicado la manera de transmitirlo que tiene que ser de la forma más asertiva y positiva posible, pero siempre basada en la sinceridad.
Ya cuando está en sintonía con lo que sí quiere escuchar se torna mucho más sencillo el poder ayudar a encontrar el camino adecuado.
En ambos casos debemos entender que no es aquello que nosotros haríamos, sino qué ejecutaríamos si estuviéramos en sus zapatos.
Es el ejercicio de empatía más completo e importante que vamos a desarrollar en la vida.
Creo firmemente en ayudar a los demás, en apoyarlos, en compartirle energía para que logren sus metas. Y cuando alguien se acerca a pedirme ese consejo, me lo tomo muy en serio, agradezco la oportunidad que me da de impactar en su vida y trato siempre de hacerlo de la mejor forma posible.
Si lo sigue, perfecto, pero si no lo hace también, porque no se trata de tener razón o de imponerla, se trata de acompañar, estar presente, pero dejar la libertad de que al final sea el otro el que tome su decisión.
Estar ahí si acierta y estar ahí si se equivoca. Agradezcan siempre que alguien se acerque para saber su opinión sobre algo, eso transmite respeto y por eso la responsabilidad es aún mayor. Al final no es decidir por otros, es estar ahí.