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Estado sin política fronteriza

Por Fidel Santana

El caso de los asuntos públicos concernientes al control fronterizo y migración, en cualquier evaluación somera pone en evidencia el comportamiento pendular del liderazgo dominicano. Del autoritarismo y el odio genocida de la dictadura trujillista hemos pasado al extremo opuesto, a la falta de políticas nacionales que orienten el accionar del Estado para garantizar la soberanía, el control de nuestras fronteras, el cumplimientos de las leyes sobre inmigración de extranjeros y la ausencia de medidas para moderar el impacto de la alta presencia de mano de obra extranjera en el mercado de trabajo del país, lo cual distorsiona los niveles salariales que devengan los trabajadores y trabajadoras dominicanos.

De lo que estoy hablando no es de xenofobia ni de ultranacionalismo. A lo que me refiero es a la debilidad con la que actúa el Estado, por la carencia de políticas, en lo concerniente al control fronterizo y de inmigración. Lo que está ocurriendo es realmente alarmante. Lo pude constatar en un viaje reciente a la zona fronteriza con Haití, en el que recorrí un tramo de la llamada carretera Internacional, que más bien debería ser llamada “Lodazal Internacional”, por la que cada día transitan decenas de motocicletas cargadas de inmigrantes indocumentados con el desparpajo del que no teme a controles. La política fronteriza ha sido sustituida por el horizonte mercurial de oportunistas con o sin uniforme.

El descuido del Estado dominicano en la frontera es evidente, no solo por la desastrosa situación de la carretera Internacional, sino por la desidia frente a los símbolos patrios, como es el caso del busto de Duarte en la comunidad de Los Pinos del Edén, que se encuentra deteriorada y rota. Igual desazón ocasiona ver las condiciones en que se encuentra la bandera dominicana en el puesto fronterizo de Jimaní, colocada en la antena de radio de la oficina de Migración como quejido sin doliente.

Estatua de Duarte

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