Alardeamos de ser un Estado de Derecho, pero ¿realmente lo somos? Comencemos por definir qué es un Estado de Derecho.
Sin acudir a los libros, para mí, un Estado de Derecho es aquel donde impera la Dictadura de la Ley.
¿Existe en el mundo algún país donde la Ley se aplique a todos por igual, sin contemplaciones? No lo creo, pero si existiera estoy seguro de que ese país no es la República Dominicana.
El irrespeto a las leyes y a la Constitución en nuestro amado país es tan generalizado que proviene hasta de instituciones del propio Estado, que deberían ser las primeras en acatar las disposiciones de los poderes públicos. Tres ejemplos sirven para sustentar esta realidad:
Primer ejemplo: el afán del Indotel en mantener vigentes medidas violatorias de la intimidad de los ciudadanos, en franco divorcio de la Constitución y desconocimiento de los derechos humanos.
Segundo ejemplo: la prejuiciada confabulación de la Dirección de Migración y la Junta Central Electoral en perjuicio de miles de dominicanos de ascendencia haitiana, contra preceptos claros y precisos de la Constitución.
Tercer ejemplo: los fusilamientos sumarios que bajo el título de intercambio de disparos realiza la Policía Nacional en un país donde no existe la pena de muerte, y se procede sin la participación de jueces que legitimen, con sus sentencias, un sinnúmero de acciones ilegales.
¿Estado de Derecho? ¿Con qué se come eso?