No es, ni remotamente, la intención de este escrito restarle ni siquiera un ápice de mérito y gloria a la obra que representan la Plaza de la Salud y el Cedimat.
El sueño hecho realidad del doctor Juan Ramón Taveras, desarrollado por cientos de calificados colaboradores y especialistas, sólo merece el respeto colectivo de una sociedad que puede sentirse orgullosa de que en nuestro país exista un centro de salud tan avanzado.
Tras este preámbulo, creo gozar del crédito requerido para señalar, con toda la buena fe posible, cualquier punto negativo que observe dentro de la excelente planta médica, y que, una vez identificado, pueda corregirse de inmediato.
Transcribo a continuación con la debida autorización de su autora la buena amiga Ana Matilde C. de Mallén- lo que ella narra, animada igual que yo por un impulso positivamente constructivo:
La semana pasada nos dice- tuve que ser internada en Cedimat por un padecimiento menor. A pesar del excelente cuidado que recibí de médicos, terapistas, enfermeras, voluntarias y demás miembros de acción social, hubo algo que me provocó un dolor de espalda. Esta dolencia esporádica no es nada nuevo en mí, pero por el hecho de que los colchones son demasiado blandos para las personas que específicamente sufren este padecimiento, tuve que permanecer con medicación un par de días más.
Mi gran deseo es prosigue la apreciada amiga- que talvez se puedan adquirir colchones más apropiados para las personas que sufren de esta dolencia, que, lamentablemente, no somos pocos.
¿Podrían las personas voluntarias que trabajan en ese centro realizar y dirigir una campaña con ese fin? ¡Habrían muchas espaldas agradecidas!