Todavía ayer integrantes de organismos de socorro se esforzaban en ver, en el entorno del lugar donde el sábado zozobró una pequeña embarcación con decenas de personas, algún resto del naufragio o el rastro de sobrevivientes.
De acuerdo con información recogida por la prensa entre sobrevivientes, la mayoría era gente de las provincias Azua y Peravia, pero también de comunidades distantes, como La Vega y Hato Mayor.
La tragedia, en la que murieron por lo menos cinco personas, tuvo lugar frente a la playa de Guayacanes, de la provincia San Pedro de Macorís.
La embarcación, con su carga humana, era conducida hacia Puerto Rico.
Dos días antes de que el grupo se embarcara en esta aventura había sido publicada por el Banco Central la alentadora información de que en junio pasado la economía había tenido un notable desempeño, nada menos que el 6.2 % de crecimiento, y en términos interanuales 5.1 % en el semestre.
Según las cifras del Banco Central, la economía dominicana es de las más pujante desempeño en Latinoamérica.
Los precios, de acuerdo con las consideraciones e informaciones de esta institución monetaria, se mantienen estables.
Y nada menos que el lunes pasado el presidente Luis Abinader daba a conocer información de la FAO, según la cual tenemos cada vez menos hambre. Estamos, en pocas palabras, más y mejor alimentados.
Pero algo sigue empujando a los dominicanos de las capas más bajas de la población a irse del país.
O algo los atrae con tanta fuerza en los Estados Unidos de América que la parte de la bonanza del presente a la que acceden prefieren usarla para pagar por una travesía cargada de riesgos.
¿Qué está pasando? Tal vez estas personas son parte del por ciento de la población que decrece y nadie se les ha acercado para ayudarlos a ver la esperanza un poco más cerca, aquí mismo.
Tienen todavía escamas en los ojos.